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H1576413 · F
Helena se abrió paso silenciosamente, como le prometió; acudió a la cama del chico y se enrolló en la manta para calentarse. Tenía las manos y pies helados a raíz del susto que un mal sueño le ocasionó.

— ¿Qué es lo que tanto haces, Varrik? —
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Agradeció infinitamente al cielo que esta nueva personalidad le permitiera pasar el resto de la noche en la misma habitación. No quería estar sola, no mientras fuera presa de emociones frescas como el miedo, la ansiedad y desesperación.

Por agarrar la cobija bajo su cuerpo, ignoró el rápido escape de Varrik. Suspiró nuevamente, al caer en cuenta que estaba sola otra vez. ¿Tan desagradable le era a ese chico?

Quiso encontrar la respuesta por sí misma. Se cobijó por los hombros con la manta y emprendió camino a la bien conocida habitación de Avicus.

Asomó el rostro un poco tras el marco de la puerta. Estaba oscuro, ligeramente frío; el foco de atención se hallaba en la pantalla encendida frente a Varrik. (...)
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compartían. Se mesó los cabellos, harto de tener que ser el niñero de todos en esa casa, y levantó su mano para señalarle la puerta —. Ven conmigo, tengo cosas importantes que no puedo posponer. Te dejaré quedarte en la cama mientras acabo, pero debes prometer que no vas a molestarme de ningún modo.

Sin esperar respuesta a su pregunta, salió de ahí y cruzó el pasillo a toda velocidad, volviendo después a su asiento frente a la pantalla. La oferta había sido lanzada, dependía de ella si aceptaría o no; en el interior él deseaba que no se apareciera bajo el umbral.
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Otro se hubiera ofendido ante la mención que Helena hizo sobre su corta edad, pero Varrik no, a él se le inflaba el pecho cuando comentaban lo listo que era a comparación de otros adultos... Y vaya que se sentía mucho más maduro que Avicus y Helios juntos. A diferencia de los otros dos, Varrik no permitía que ningún tipo de emoción fuera la que dominara su comportamiento y eso lo había llevado muy lejos en su área de trabajo y en su vida en general. Sobrellevar las matanzas que Helios hacía y tener que limpiar sus desperfectos de vez en vez lo obligó a forjarse un estómago fuerte, sin mencionar que jamás se dejaría a sí mismo ser tan llorón como Avicus; tenía que ser fuerte por ambos y ayudarlos a sobrevivir para también ganar él.

—Ah... —fue lo único que Varrik mencionó al escuchar la petición de Helena. Quería negarse y volver a su cueva para continuar ganando dinero, empero, temía que algo le pasara a Helena y Avicus hiciera algo estúpido que pusiera en peligro el cuerpo que
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Se lo hizo saber de inmediato con la mueca de disgusto en su cara. — Me temo que no soy ninguna distracción, debo cuidar de ustedes. Yo debo... — Terminó por abrazarse las piernas, porque recordar cuáles eran sus responsabilidades y el fallo reciente pesaba igual o más que cargar piedras en un saco.

— ¿Podrías quedarte conmigo? —Se relamió los labios; estaba segura de que recibiría una respuesta negativa de Varrik, mas nada perdió con intentar. Esa era la oportunidad idónea para convivir más con sus nuevos encargos. — Tuve eso que llaman "pesadillas", y no me encuentro muy bien... —
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— ¿Varrik? — Se paseó las manos por la cara una vez más, retirándose los tenues vestigios del llanto. Claro, no olvidaba la reciente pesadilla, pero la nueva personalidad frente a ella capturó de inmediato su atención.

— Eres... un niño. — Aunque para una criatura milenaria como Helena, cualquier ser humano pasaba como infante. El hecho de saber su edad provocó una sensación cálida en su pecho, angustiante a la vez. ¿Qué sucesos habrían orillado a Avicus a crear dos personas extra en su mente? Y todos tan distintos.

— Mi nombre es Helena. No sé si ya sabías... — Pronto, la calidez anidada en su pecho se vio mancillada por el último comentario. ¿Una distracción? ¿Cómo era eso posible? Llevaban pocos minutos de conocerse como para juzgarla así. — ...de mí —

Inevitable le fue sentirse ofendida. (...)
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—No me había presentado antes —regresó su vista a ella, era mejor imagen que el feo tapiz—, soy cuatro años menor que Avicus y no te preocupes, posiblemente no te darás cuenta de que existo en cuanto salga de esta habitación. Lo que me lleva a pedirte por favor que hagas lo mismo por mí. Solamente tomo prestada la luz por las noches, así que debo aprovechar el tiempo y tú... Eres una distracción.
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Varrik observó al pastelillo volar por los aires y estamparse después en el suelo; Helios la habría obligado a arrastrarse hasta levantarlo y Avicus se habría sentido herido al recogerlo, pero Varrik solamente podía pensar en si ya habían pasado los tres segundos reglamentarios para que "lo chupara el diablo". Suspiró con tristeza mientras su diestra se deslizaba entre sus propios cabellos, había sido un desperdicio enorme de algo tan delicioso.

Estaba dispuesto a dar la vuelta e irse de ahí cuando la escuchó volver a hablar tras limpiarse los ojos y dejar de hacer esos sonidos de cachorro herido. Él era menor que ella así que no se sentía en el derecho de darle consejo alguno y, si era sincero, tampoco tenía ganas de hacerlo... Odiaba todo lo que tuviera que ver con el drama o los sentimientos en general.

—Varrik —corrigió, mirando la habitación con desagrado. No había notado antes que era el sitio que la madre de Avicus utilizaba, estar ahí le daba escalofríos. Horrible mujer
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Por extraño que pareciera, Helena aprendía poco a poco a identificar cuando Avicus era quien ‘ocupaba’ la luz, y la mirada de aquel hombre plantado frente a ella no era él.

— ¿Helios...? —
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— Déjame en paz, Avicus... — Helena se aferró con fuerza a sus piernas. El sonido del pastelillo moviéndose sobre su cabeza le pareció tan irritante que clavó las uñas en su piel, pensaba que podía desahogarse un poco si distraía su mente con dolor.

Inhaló profundamente, haciéndose de valor para levantar el rostro y enfrentarlo con la mirada, sin embargo, el fugaz recuerdo del gesto afligido en Johan se plasmó en su nuevo encargo, provocándole el peor susto de su vida.

A raíz de eso, soltó un golpe a la mano contraria; vio el pastelillo volar y estrellarse en el piso. Por ello, reaccionó, notando su mal comportamiento.

Se limpió el rostro con las manos, aminorando la caída de lágrimas.

— Lo lamento — Susurró con un ligero asomo de culpa. Relajó el cuerpo (o intentó aparentar que estaba tranquila), estirando las piernas a lo largo de la cama. Desvió la mirada, pues estaba avergonzada de lo que había hecho.

(...)

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