---¿Por qué permites que desfile el ocaso ante un servidor que, como tú, no alcanzaría a retener tan crecientes celestes? Porque mis manos clavadas están como el de un amante al cuerpo amado y, como yo, atado a tus altísimas ciénagas estelares. Y, a lo lejos, los crepúsculos eternos arañan ese raso paño que ronda en torno a ti, como un fidedigno astro. Empapa de luces y vierte sobre tus oasis, ese perfume luminiscente de plenitud, aunque amargo, el dorado tránsito de aquel coagulado destello, transita en pos de mí, ese dichoso paraíso errante.