Enmudecido encuentro, ajeno a la visión, ajeno a la voz, he logrado percibir tu imponente presencia, me has ofrecido la brisa tan sagrada como la fina máscara de hielo que derrite el sol o como los más delicados hilos de luz abortada por la penumbra. Agradezco pues, que mi pago único sea no sólo el de una piedra desprendida de tu amor sincero, la semilla que reclamas como un dimito corazón para rizar tu deseo, dime unánime criatura que no alcanza la visión, mas sí la esencia, ¿cuál es tu propósito, el que mora hasta perderse, serpenteando a través de la codicia o la interrogación?