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GilbertHrd · M
Gilbert sonrió. No solo era raro verle tal gesto, sino que incluso lo hizo con una rara ternura que prácticamente nadie habría podido despertar en él: solo su amada Caitlyn, sangre de su sangre —tanto en cuna como en muerte— podía moverlo a ello.
—Pero claro, siempre podré confiar en que mi preciosa hermana menor esté ahí para salvaguardar mi dignidad. ¿No es así? —Dijo, a la par de estirar la mano para acariciarle la mejilla con tanta lentitud como dulzura.
Estando ahí, y tras reconocer el brillo carmesí en los ojos ajenos, le fue imposible no querer ir más allá: pasó de las caricias al jugueteo, llevando su pulgar embadurnado en sangre a los labios de Caitlyn para frotarlos de manera juguetona, casi lasciva; cual si la invitara a succionar tal dedo, en un acto enormemente distanciado de lo fraternal.
—Pero claro, siempre podré confiar en que mi preciosa hermana menor esté ahí para salvaguardar mi dignidad. ¿No es así? —Dijo, a la par de estirar la mano para acariciarle la mejilla con tanta lentitud como dulzura.
Estando ahí, y tras reconocer el brillo carmesí en los ojos ajenos, le fue imposible no querer ir más allá: pasó de las caricias al jugueteo, llevando su pulgar embadurnado en sangre a los labios de Caitlyn para frotarlos de manera juguetona, casi lasciva; cual si la invitara a succionar tal dedo, en un acto enormemente distanciado de lo fraternal.
SW-User
— Siempre sueles mancharte cuando te alimentas... Recuerdo incluso que cuando éramos niños, también te manchabas al comer.
Limpiaba con lentitud los labios de su hermano mayor; con una suavidad y calma que solo ejercía en él, una paciencia de una hermana que cuidaba de su único familiar, con la más dulce ternura que no solía demostrar a nadie más que a él.
Y una vez que terminó de limpiarle los labios, llevó sus dedos a sus propios labios para lamer los restos de sangre, lo cual causó que sus ojos se iluminaran y la llenaran de hambre, pese a que ya se había alimentado de la misma presa de su hermano.
Limpiaba con lentitud los labios de su hermano mayor; con una suavidad y calma que solo ejercía en él, una paciencia de una hermana que cuidaba de su único familiar, con la más dulce ternura que no solía demostrar a nadie más que a él.
Y una vez que terminó de limpiarle los labios, llevó sus dedos a sus propios labios para lamer los restos de sangre, lo cual causó que sus ojos se iluminaran y la llenaran de hambre, pese a que ya se había alimentado de la misma presa de su hermano.
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