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[Sʟᴀʏᴇʀs Fᴀɴᴅᴏᴍ] [Eʟ ᴇsᴘᴀᴅᴀᴄʜɪ́ɴ ᴅᴇ ʟᴜᴢ] [Rᴏʟ ᴅᴇ ᴛᴏᴅᴏ ᴛɪᴘᴏ] [Rᴀɴᴅᴏᴍ] [Sᴏʙʀᴇɴᴀᴛᴜʀᴀʟ] [Cᴏᴍᴇᴅɪᴀ]
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—¡Oye, espera un momento! —a medio camino su mano había quedado suspendida en el aire, tratando de detenerlo. Era ella quien normalmente actuaría por impulso, pero bajo aquella situación todo parecía acontecerle de un modo más lento, en un sentido que la estaba obligando a meditar dos veces una acción antes de ponerla en marcha. ¿La razón? Había comenzado a reprocharse internamente todo aquel destino... De haber reunido más información acerca de aquellas tierras antes de aventurarse en ellas. De no haber arrastrado a Gaudy hacia aquella búsqueda atropellada y avariciosa. De haber pensado con calma y no sobre la marcha... probablemente él seguiría siendo él y ella no se sentiría de aquel modo, tan confundida, tan paralizada.
No había tenido tiempo ni de pactar un ataque conjunto, ni siquiera de evaluar de qué se trataba todo aquel extraño -y por demás espeluznante- espectáculo. Gaudy había roto el lazo mágico que lo mantenía a su lado y se había arrojado sin reparos hacia la destrucción de aquellos entes.
Había sido demasiado sencillo, incluso siendo víctimas de la Espada de La Luz. Algo sobre aquel hecho le producida a Rina una inquietud casi nauseabunda y no era capaz de identificar la razón. Quizá fuera aquella energía verdusca y retorcida que el brazalete exhalaba en torno al espadachín, casi como si quisiera consumirlo en su esencia. Quizá fuera la misma actitud de él o el hecho de que aquellos demonios hechos trizas portaran rasgos demasiado humanos para ser una personificación azarosa.
Observó con cierto sigilo lo acontecido frente a sus ojos. Vio cómo el brazalete se iluminó en un momento para luego volver a su letargo inicial. ¿Qué había sido todo aquello?
—Creí que actuaríamos juntos —no dejó pasar la oportunidad de reprochar. Aunque él no portara registro alguno de su existencia, actuar individualmente era un error—. Si tienes la sensación de huir como lo has dicho, sólo se debe a que alguien más lo está disponiendo de ese modo, ¿no lo crees? —claro que ella estaba echándole la culpa directamente al artilugio enroscado en su muñeca y a su creador—. Para alguien que quiere ser libre, es ilógico pensar que se deje manipular de esa forma. En otras palabras, quieres huir porque alguien te lo impone, ¿qué clase de libertad absurda es ésa? —lo apuntó con su ´índice, señalando su rostro, y fue allí cuando notó los remanentes de un color verde que parecía querer devorarse el azul natural de sus ojos.
Sintió un vuelco en el estómago al ser consciente de aquello, pero más aún, al verlo por primera vez en todo ese tiempo, directamente a los ojos, y tener la certeza de no reconocerlo.
No había tenido tiempo ni de pactar un ataque conjunto, ni siquiera de evaluar de qué se trataba todo aquel extraño -y por demás espeluznante- espectáculo. Gaudy había roto el lazo mágico que lo mantenía a su lado y se había arrojado sin reparos hacia la destrucción de aquellos entes.
Había sido demasiado sencillo, incluso siendo víctimas de la Espada de La Luz. Algo sobre aquel hecho le producida a Rina una inquietud casi nauseabunda y no era capaz de identificar la razón. Quizá fuera aquella energía verdusca y retorcida que el brazalete exhalaba en torno al espadachín, casi como si quisiera consumirlo en su esencia. Quizá fuera la misma actitud de él o el hecho de que aquellos demonios hechos trizas portaran rasgos demasiado humanos para ser una personificación azarosa.
Observó con cierto sigilo lo acontecido frente a sus ojos. Vio cómo el brazalete se iluminó en un momento para luego volver a su letargo inicial. ¿Qué había sido todo aquello?
—Creí que actuaríamos juntos —no dejó pasar la oportunidad de reprochar. Aunque él no portara registro alguno de su existencia, actuar individualmente era un error—. Si tienes la sensación de huir como lo has dicho, sólo se debe a que alguien más lo está disponiendo de ese modo, ¿no lo crees? —claro que ella estaba echándole la culpa directamente al artilugio enroscado en su muñeca y a su creador—. Para alguien que quiere ser libre, es ilógico pensar que se deje manipular de esa forma. En otras palabras, quieres huir porque alguien te lo impone, ¿qué clase de libertad absurda es ésa? —lo apuntó con su ´índice, señalando su rostro, y fue allí cuando notó los remanentes de un color verde que parecía querer devorarse el azul natural de sus ojos.
Sintió un vuelco en el estómago al ser consciente de aquello, pero más aún, al verlo por primera vez en todo ese tiempo, directamente a los ojos, y tener la certeza de no reconocerlo.