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31-35, M
[Sʟᴀʏᴇʀs Fᴀɴᴅᴏᴍ] [Eʟ ᴇsᴘᴀᴅᴀᴄʜɪ́ɴ ᴅᴇ ʟᴜᴢ] [Rᴏʟ ᴅᴇ ᴛᴏᴅᴏ ᴛɪᴘᴏ] [Rᴀɴᴅᴏᴍ] [Sᴏʙʀᴇɴᴀᴛᴜʀᴀʟ] [Cᴏᴍᴇᴅɪᴀ]
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¡El tesoro, cierto! Con todo el ajetreo en medio, por poco se le olvida que Gaudy se las había ingeniado para conseguir algo, aparentemente valioso, dentro de aquel irritante laberinto de piedra. Era bueno saber que, al menos, no habían acabado envueltos en todo aquel drama por nada.

[…]

Los destellos esmeraldas de la piedra que se reveló ante ellos como la joya más hermosa, cargaba dentro de sí un aura de misticismo ancestral; podía conjeturarlo por su labrado, podía verlo en aquellas palabras que recogía en toda la extensión del brazalete al que adornaba.

He visto esas escrituras antes —comentó a su guardián, lo suficientemente absorta en la corriente de su pensamiento, que ambicionaba hallar una respuesta rauda, como para prevenir lo que él estaba a punto de hacer. Había cierta similitud entre aquellas letras y el escrito tallado en piedra que hace tiempo habían hallado en los inconmensurables monolitos de la Biblia de Claire—. En efecto —coincidió con su compañero—, no es un artefacto común. Y si es cierto lo que la leyenda cuenta, entonces… —frenó en seco lo que presumiblemente sería otro monólogo histórico, cuando el asombro que recibió al ver lo que Gaudy pretendía hacer desvió por completo el rumbo de su reflexión. Antes de que pudiera prevenirlo, la pulsera había expulsado una corriente maligna que se negaba a soltar la muñeca de su nuevo portador.

Ella supo inmediatamente que había ocurrido un desastre.

Oyó a Gaudy exhalando de manera súbita y cortante, para luego prorrumpir en un grito desgarrador que llevaba impreso su nombre. Un aura siniestra los envolvió y el grabado sobre el brazalete iluminó cada una de sus letras, sellando su sentencia.
Rina se precipitó de inmediato en su ayuda, tratando de desprender de su cuerpo el brazalete que se le había adherido como una segunda piel, pero todo fue en vano… El material del que estaba compuesto aquella reliquia la empujaba hacía atrás y rechazaba su magia como un repelente. Ni siquiera un conjuro purificador o de apertura parecía contrarrestar su fuerza. Sus opciones eran reducidas… No podía destruirlo sin dañar a Gaudy; estaba acorralada.

¡No puedo quitarlo! ¡Gaudy! —la forma en la que el espadachín se retorcía había conseguido estremecerla con impotencia y pavor. ¡¿Qué le estaba haciendo esa cosa?! ¡¿Qué debía hacer para arrancárselo?!
La atmósfera a su alrededor se volvió más pesada cuando ella puso sus manos directamente sobre el artefacto en un intento desesperado por arrancarlo a mano limpia. Sin embargo, todo lo que consiguió fue salir despedida a un metro de distancia de él.

Vio a Gaudy por última vez, regresándole la mirada, y algo en ese último encuentro se sintió como un adiós. Rina regresó corriendo a su lado justo antes de que él cayera en la inconsciencia, atrapándolo al instante en un abrazo. Cayó de rodillas con un inconsciente Gaudy entre sus brazos, con la cabeza sobre su hombro y la pulsera aún reluciendo en su mano derecha, pero que poco a poco se fue apagando con él.

¡Gaudy! ¡Despierta! ¡Gaudy! —un nudo atravesó su garganta y por un instante el único sonido que perduró fue el del agua fluyendo en canal por debajo de la estructura rocosa.

Con ansiedad miró hacia atrás en dirección a la escalera, advirtiendo cambios de sombras en aquel extremo del pasadizo; creyó oír unos pasos y por instinto se puso de pie, tratando de estabilizar a Gaudy, pasando uno de sus brazos por sobre su hombro; cargaría con él hasta el piso superior de ser necesario.
Con el brazalete ahora muy cerca de su rostro, pudo oír un murmullo críptico proveniente de su interior. La piedra antes verde, se agitaba en su interior con una suerte de energía iridiscente, como si se burlara de ella y de su suerte.
A paso débil avanzó sobre el primer escalón; alcanzaría la cima y acabaría con quien fuera para romper con esa maldición.
 
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