31-35, M
[Sʟᴀʏᴇʀs Fᴀɴᴅᴏᴍ] [Eʟ ᴇsᴘᴀᴅᴀᴄʜɪ́ɴ ᴅᴇ ʟᴜᴢ] [Rᴏʟ ᴅᴇ ᴛᴏᴅᴏ ᴛɪᴘᴏ] [Rᴀɴᴅᴏᴍ] [Sᴏʙʀᴇɴᴀᴛᴜʀᴀʟ] [Cᴏᴍᴇᴅɪᴀ]
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Por supuesto que soltar impulsivamente un hechizo de la magnitud detonante de un Dam Brass, dentro de una cueva cerrada e inestable, no había sido la idea más inteligente. Y, sin embargo, lo sabía: hacer implosionar una estructura enteramente de rocas, dentro de un espacio tan reducido, era un acto escandaloso y suicida, pero de no haberlo hecho se habría hallado perdida en medio de un laberinto oscuro y mohoso por… ¡quizá por horas! Su paciencia no era tan nervuda como para tolerar ese tipo de suplicio tan sólo para dar de bruces con un estúpido altar vacío y polvoriento.
La explosión no sólo había abierto un enorme agujero en el muro que se erigía tras el modesto altar hace tiempo ya profanado, sino que, además, sólo la conectó con otro ridículo pasadizo pedrusco y pestilente.
—¡¡Estoy harta de la estructura de este sitio!! —a punto estuvo de estirarse los cabellos del coraje, pero el eco de su grito que le devolvió la exclamación le trajo aún más que eso… Otro enorme estruendo resonó por encima de su cabeza; apenas consiguió moverse a tiempo cuando la bóveda de piedra colapsó por encima de ella, trayendo consigo a— ¡Gaudy! —¿Qué hacía allí? La primera respuesta que halló en su mente fue que su hechizo realmente había acabado con la estabilidad, no sólo de la parte baja, sino también de los pisos superiores de la cueva… Vaya problema.
Eso pensó, hasta que un grupo de no menos de diez de ogros enfundados con pesadas armaduras y todo tipo de armas cayeron también, como una pesada lluvia viviente, a pocos segundos del impacto de su amigo; ¡ni siquiera tuvo oportunidad de ver qué era lo que éste traía con tanto entusiasmo entre sus manos!
—Deben tratarse de los sujetos que sabotearon el puente. —se puso de pie de inmediato entre los escombros, con toda gracia y estilo [??], como si no tuviera sobre el cabello el trozo de tela rasgado de un taparrabo de ogro. [???] Lo quitó y lo arrojó hacia atrás, adoptando instantáneamente una postura combativa—. Lo que les hayas robado, no les ha hecho gracia a estos gnomos —oyó el gruñido proveniente de una de las criaturas. No podían hablar su lengua, pero estaba bastante claro que no había sido de su particular gracia el ser reducido a la categoría de un gnomo—. Prepárate, Gaudy… —la media sonrisa audaz que se dibujó en labios de la hechicera sólo advertía algo: otro plan de escape suicida— ¡Descenderemos! —ya había comprobado antes, cuando se aventuró a la carrera a través de aquella cueva, que justamente donde se hallaba no era el piso inferior de la estructura, pocos minutos antes había caído en un pozo lo suficientemente profundo como para haber tenido que regresar a tierra levitando; de modo que, estaba segura: había un “más abajo”.
Su mirada fijó como objetivo el techo y allí se fue su segundo conjuro—: [code]«¡Vigarthgaia!»[/code] —puso una mano contra el suelo y de ella se liberó un pulso que sacudió la roca. El temblor que se generó anunciaba un desprendimiento inminente. Confundidos, los ogros observaron por encima de sus cabezas y a su alrededor. Era momento de tomar ventaja de esa distracción para escapar—: [code]«¡Bephis Bring!»[/code]
A tiempo conjuró el túnel que se abrió por debajo de ellos dos. El hueco los arrojó de inmediato a un nivel inferior; el nuevo techo, que antes había sido su suelo, quedó sellado por encima con una pesada roca y escombros; los ogros habían sido sepultados en medio.
Había sido el escape menos elegante en años, pero al menos estaban vivos… La pregunta ahora era, ¿cómo salir de allí?
Se puso de pie una vez más, sacudiendo sus manos como quien acaba de concretar un trabajo impecable.
—Los ogros y los trolls son fuertes, pero muy tontos. Atacan en manada y son un problema, pero nada que unas cuantas rocas no puedan solucionar. —señaló hacia arriba, orgullosa de su exterminio masivo—. ¡Dejame ver ahora lo que encontraste! —sin embargo, cuando creyó que nada podía ir peor, el paso al frente que dio para reunirse con Gaudy sonó como el sonido de una compuerta desprendiéndose de su reposo eterno; sonó exactamente como lo que era: la activación de una trampa.
No podía ver mucho a su alrededor, la oscuridad era compacta, pero sí que podía oír… Podía oír a la perfección el agua que comenzó a fluir a través de las rocas, que empezó a cubrir sus pies, sus rodillas y muy pronto llegaría a alcanzar su cintura: no sólo era una cueva, ¡aquella maldita cosa era una enorme cisterna!
—¡Gaudy, no vayas a perder el tesoro! —¿Era una prioridad? Claro que no, ¡pero no saldría de aquel maldito lugar con las manos vacías!— Debemos salir de aquí… —“antes de acabar ahogados”. Por una vez, no se atrevió a enunciar lo evidente.
La explosión no sólo había abierto un enorme agujero en el muro que se erigía tras el modesto altar hace tiempo ya profanado, sino que, además, sólo la conectó con otro ridículo pasadizo pedrusco y pestilente.
—¡¡Estoy harta de la estructura de este sitio!! —a punto estuvo de estirarse los cabellos del coraje, pero el eco de su grito que le devolvió la exclamación le trajo aún más que eso… Otro enorme estruendo resonó por encima de su cabeza; apenas consiguió moverse a tiempo cuando la bóveda de piedra colapsó por encima de ella, trayendo consigo a— ¡Gaudy! —¿Qué hacía allí? La primera respuesta que halló en su mente fue que su hechizo realmente había acabado con la estabilidad, no sólo de la parte baja, sino también de los pisos superiores de la cueva… Vaya problema.
Eso pensó, hasta que un grupo de no menos de diez de ogros enfundados con pesadas armaduras y todo tipo de armas cayeron también, como una pesada lluvia viviente, a pocos segundos del impacto de su amigo; ¡ni siquiera tuvo oportunidad de ver qué era lo que éste traía con tanto entusiasmo entre sus manos!
—Deben tratarse de los sujetos que sabotearon el puente. —se puso de pie de inmediato entre los escombros, con toda gracia y estilo [??], como si no tuviera sobre el cabello el trozo de tela rasgado de un taparrabo de ogro. [???] Lo quitó y lo arrojó hacia atrás, adoptando instantáneamente una postura combativa—. Lo que les hayas robado, no les ha hecho gracia a estos gnomos —oyó el gruñido proveniente de una de las criaturas. No podían hablar su lengua, pero estaba bastante claro que no había sido de su particular gracia el ser reducido a la categoría de un gnomo—. Prepárate, Gaudy… —la media sonrisa audaz que se dibujó en labios de la hechicera sólo advertía algo: otro plan de escape suicida— ¡Descenderemos! —ya había comprobado antes, cuando se aventuró a la carrera a través de aquella cueva, que justamente donde se hallaba no era el piso inferior de la estructura, pocos minutos antes había caído en un pozo lo suficientemente profundo como para haber tenido que regresar a tierra levitando; de modo que, estaba segura: había un “más abajo”.
Su mirada fijó como objetivo el techo y allí se fue su segundo conjuro—: [code]«¡Vigarthgaia!»[/code] —puso una mano contra el suelo y de ella se liberó un pulso que sacudió la roca. El temblor que se generó anunciaba un desprendimiento inminente. Confundidos, los ogros observaron por encima de sus cabezas y a su alrededor. Era momento de tomar ventaja de esa distracción para escapar—: [code]«¡Bephis Bring!»[/code]
A tiempo conjuró el túnel que se abrió por debajo de ellos dos. El hueco los arrojó de inmediato a un nivel inferior; el nuevo techo, que antes había sido su suelo, quedó sellado por encima con una pesada roca y escombros; los ogros habían sido sepultados en medio.
Había sido el escape menos elegante en años, pero al menos estaban vivos… La pregunta ahora era, ¿cómo salir de allí?
Se puso de pie una vez más, sacudiendo sus manos como quien acaba de concretar un trabajo impecable.
—Los ogros y los trolls son fuertes, pero muy tontos. Atacan en manada y son un problema, pero nada que unas cuantas rocas no puedan solucionar. —señaló hacia arriba, orgullosa de su exterminio masivo—. ¡Dejame ver ahora lo que encontraste! —sin embargo, cuando creyó que nada podía ir peor, el paso al frente que dio para reunirse con Gaudy sonó como el sonido de una compuerta desprendiéndose de su reposo eterno; sonó exactamente como lo que era: la activación de una trampa.
No podía ver mucho a su alrededor, la oscuridad era compacta, pero sí que podía oír… Podía oír a la perfección el agua que comenzó a fluir a través de las rocas, que empezó a cubrir sus pies, sus rodillas y muy pronto llegaría a alcanzar su cintura: no sólo era una cueva, ¡aquella maldita cosa era una enorme cisterna!
—¡Gaudy, no vayas a perder el tesoro! —¿Era una prioridad? Claro que no, ¡pero no saldría de aquel maldito lugar con las manos vacías!— Debemos salir de aquí… —“antes de acabar ahogados”. Por una vez, no se atrevió a enunciar lo evidente.