Su sonrisa no tardó en borrarse.

—No, Galy, espera...

La tomó de la muñeca, reteniéndola de que se vaya de la habitación. Ahora se sentía avergonzada, pero aquello ya casi era una rutina para ambas.

—Por favor, quédate, no sé qué me pasó, creo que fue el calor del momento y... me puse nerviosa. Te ayudaré con tu tarea y no te distraeré más, lo prometo...

Juntó sus manos e hizo un puchero, aunque sabía que su compañera no iba a verla.

Las suaves y tersas manos sobre sus labios, un aliento tibio al hablar que indicaba la estrecha cercanía entre ambas, el perfume dulce que Elizabeth siempre suele usar, ¿quién no se pondría nerviosa? En ese preciso instante, la invocadora olvidó qué tareas tenía por hacer, a dónde iba a ir, cuál clase tenía por turno entrante.

Una simple distracción entre dos compañeras de escuela convertiría aquél juego en un ligero coqueteo donde Galeana, por más tímida que fuera, terminaría cediendo a sus emociones, las cuales no puede explicar porque no conoce del todo aún...

...Hasta que escuchó esa característica risa de su compañera, que rechaza por creer ser de burla.

—¡No me distraigas así!, ¡estás jugando conmigo otra vez! —Da la media vuelta. No tiene intenciones de quedarse.

—La verdad... no lo sé.

Sintió que un calor abrazaba su cuerpo, al mismo tiempo que su corazón retumbaba en su pecho y un escalofrío le recorría la espalda.

No podía controlar sus emociones. Una media sonrisa se le escapó y terminó por soltar varias carcajadas.

—S-sí estoy bien, pero... ¿Tú estás bien, Lizzie?

—Ehm... ¿Galy?... ¿Estás bien?