Elizabeth se encogió donde estaba sentada. Dejó de mirar a Galeana a la cara y volteó al cielo en su lugar, a ver aquellos pétalos de flores volar por los aires y caer sobre el suelo de la azotea.

—Galy... No peleemos, por favor. Mejor olvídalo y disfrutemos de este momento.

Tomó su mano y recostó la cabeza contra su hombro. Ella le generaba calidez, y comodidad. Cuando estaba tan cerca Elizabeth se ponía más roja que nunca. Tenía ganas de besarla, pero Galeana era alguien de carácter muy complicado.

El cúmulo de preguntas refrenó su sentir y le hizo encogerse de hombros, pues Galeana creyó que no era correcto estar en dos lugares a la vez. Comienza a ponerse nerviosa conforme percibe el drástico cambio de ánimo de Elizabeth, que ahora parece tanto o más afilado que una espada.

—No... No es lo que tú crees, Lizzie... Espera. ¿Porqué tengo que darte explicaciones?

La respuesta hizo que su cabeza haga clic y sintió que la picó el bicho de la curiosidad... y los celos. Pronto comenzó a bombardear a Galeana con preguntas:

—¿Quién es? ¿Es un chico o una chica? ¿Cómo es?

Pero no tardó en detenerse. No era correcto hacerle eso a ella.

—Lo... siento, no te quise incomodar. Pero al menos dime quién es.

Aparecieron varios recuerdos. Memorias vagas que conforme llegaban, comenzaban a unirse como un rompecabezas, levantando con éste un sentimiento cálido de nostalgia. Y mientras su mente ya parecía estar en otro lado, sus pómulos se coloran de un tenue sonrosado.

—Sí —Dicha afirmación se acompañó de una risilla tonta. Pasó al segundo plano de atención la risa nerviosa de su compañera.

—A mí tampoco, y la biblioteca está muy llena.

Palmeó su hombro, en un gesto de caricia. Quería hablar con ella, pero no sabía de qué tema.

—Galy... ¿hay alguien que te gusta? —Sus mejillas se pusieron muy coloradas. No tardó en arrepentirse de lo que había preguntado—. Olvídalo, mejor hablemos de otra cosa...

Una risa nerviosa se le escapó de los labios. Sintió que ya había estropeado el momento.

Con atención a las palmadas que escucha, se acerca hacia donde se le había invitado y, al llegar ahí, se sienta en el suelo, posicionándose encima de sus propias piernas.

—¿Es tu lugar "secreto"?, no te preocupes, ese secreto permanecerá entre nosotras porque no se lo voy a contar a nadie más. —Sonríe. El viento fresco de la azotea le parecía muy reconfortante. Planeaba quedarse un rato considerable.

—Pude ir a la cafetería, pero desde que comenzó éste nuevo año, no me ha gustado ir. Hay mucha gente, ¡más que antes! y sabes que no me gustan los sitios muy llenos.

—Sí, aquí no me interrumpen. —Suspiró—. Supongo que descubriste mi "lugar secreto"... que no es tan secreto en realidad.

Palmeó el lugar a su lado, invitando a su amiga a sentarse.

—Lizzie, ¡aquí estás! —Su ánimo se ilumina tan pronto se entera que será compañía de la estudiante. Camina a paso lento, dejándose guiar por la dirección de aquella voz que escuchó.

—¿Estudias fuera de clase otra vez?

—Esta vez no podrás decir que yo te vine a molestar.

Elizabeth estaba sentada en el suelo de la azotea, estudiando un libro de magia al cual le seguía una segunda pila.