El pacto estaba hecho, de la sangre brotó una luz roja que de inmediato cerró las heridas de ambos, aquel abrazo había sido terminado por ella y el agarre de manos se rompió en un dos por tres. Sobre el cuello del más alto, un símbolo se retrató, tal cual como si se tratase de un tatuaje, una marca, un distintivo del clan de las brujas del sur, actualmente muertas. — Que así sea, búscame cuando estés preparado para dar rienda suelta a tu iniciación. Soy difícil de encontrar, pero no es imposible. — Dio la media vuelta y sin más, se alejó del lugar, una cortina de niebla comenzó a dispersarse y así, la virgen negra, desapareció.
Entrelazo ambas manos para acercar más el pacto, era un terreno que le parecia desconocido y abrumante, ¿Quizá miedo?...No sabía explicar está emoción pero lo que estaba seguro en su respuesta definitiva.
— Por mi me encomendare a la Luna totalmente, una parte de ella siempre a resguardado de mi pero el sol será un reto.—
Retomando su actitud envalentonada le jaló hacía el para rodearla en abrazó rodeando su cintura sin romper aún el agarré dónde ambas manos tenían la cortada que los unía.
— Pero será un honor de tener una maestra tan bonita cómo tu, eres una señorita muy inteligente posiblemente más que yo así que te tu me sabrás guiar.—
Le dedicó una amplía sonrisa dejando ver sus dientes grandes, filosos y puntiagudos.
Sujetó entre sus dedos diestros la muñeca del varón, sin previo aviso. La daga que había levantado del suelo y la misma que había utilizado para cortar su muñeca, ahora la reutilizaba para hacer una herida en la palma de la mano del varón, el líquido vital que emergía de esa cortadura y los restos de la suya aún impregnada en sus dedos, al combinarse crearon un pacto de maestro - aprendiz. — No todos están preparados para seguir esta senda. El camino de la brujería es duro, pierdes más que tu humanidad… Tu alma. Le perteneces al dios y a la diosa, o bien, al tipo de magia que desees aprender… La negra, la blanca, la roja, la gris. Eso dependerá de ti. Pero ahora que firmamos este pacto y no solo eso, sino que también cuentas con la bendición de mis hermanas, sé que elegirás bien tu camino. O dominas tu poder, o él aprenderá a dominarte a ti. La mente puede ser tu peor enemigo sino sabes controlar tus demonios. Y créeme, ahora despertarán todos. —
Perplejo retrocedió por el poder y la energía extraña el cual no estaba acostumbrado a presenciar, un escalofrío recorrió su espina al ser presente del pentàculo en su frente. Con incredulidad se levantó de donde estaba un poco «arrepentido» por haber irrumpido en un lugar donde no comprendía del todoy por su ignorancia creyó que fue maldito, sólo tocó su frente con ojos saltones y sin habla.
— ah...—
Terminó por escuchar la oración, no sabía si sentir tranquilidad o miedo por la guía espíritual, más intriga que hombre dijo exaltado.
— ¡Enseñame mujer!... no te entiendo y no se que hiciste pero esto... esto no es lo que un mortal haría, ¡Enseñame!—
Exaltado comentó impactado por el conocimiento tan abstracto que posee la femina.
— Yo... Grian de Gealach... decretó que me enseñes y a cambió yo te brindare protección a quien quiera dañarte a cambió de tus secretos.—
Por breves instantes, de la presión que ejercía contra el corte, un pequeño destello en color morado se pudo distinguir, acto seguido, ella retiró la mano y casi por arte de magia, la herida ya no estaba. Se acercó a su espectador y con su sangre, dibujó un pentáculo encima de su frente. — Que el espíritu de mis hermanas guie tu camino para que así, puedas encontrar tu conexión divina con la naturaleza. — Limpió sus dedos con la tela blanca de su blusa y apagó las velas al terminar el ritual. — Los seres no son los dueños del mundo. Nosotros servimos y obedecemos a la naturaleza, porque dependemos de ella. Cuando se termine y se consuma, nosotros también lo haremos. —
—La luna representa a nuestra diosa, la madre. Y el sol representa a nuestro dios, el padre.— De manera sumamente quieta, elevó el rostro, mirando maravillada la hermosura de la dama pulcra que adornaba el oscuro firmamento, llegando incluso a pintar algunas nubes de azul y negro. Sus ojos brillaban, casi podría afirmarse que existía adoración en ellos. Cuando las últimas gotas cayeron contra el pentáculo, bajó la mirada y tiró la daga al suelo, colocando sus dedos contra la herida, presionando con fuerza. — El pentáculo, los picos que lo rodean, representa a los 4 elementos: el agua, el aire, la tierra y el fuego, y el último elemento… El primero pico con el cual inicia la estrella, es el espíritu. El tuyo, el mío, el de cualquier ser que busque conectar a su alma con la naturaleza para alcanzar la plenitud. —
Las oraciones tenían mucha verdad, más de una vez le toco observar cómo las quemaban culpando de herejía a muchas de sus hermanas por crimenes atroces sin presunción de inocencia. Aunque para él eran conexiones que no lograba entender del todo así que se limitaría a ser espectador abrumando y exaltado con una cara de incredulidad, tomando cierto nivel de placer al ver su alma y vitalidad dentro del pentagrama.
Corroboró que no era un culto a lo prohibido, era un culto incomprendido que sólo la Luna podria entender y fortalecer.
[...] se estamparon contra el pentagrama que estático permanecía en la mesa de madera. Parte de las velas blancas también se habían manchado con su agua de vida. Ella, permanecía con los ojos cerrados.
No fue capaz si quiera de inmutarse por la primera línea de oración dicha por él. Por desgracia y frente a su triste mirada, el trabajo de las brujas y lo que ellas representaban se había degradado hasta quedar en la absurda decadencia, charlatanes tomaban su lugar y estafadores gozaban de riquezas que no les pertenecían, por el único hecho de autoproclamarse "descendientes de las brujas". — En antaño, todas las brujas pertenecientes a la comunidad < mi aquelarre > se reunían una noche de cada mes, la condición era que la luna llena estuviera brillante en el cielo, alzándose para brindarnos protección. — Cerró paulatinamente los ojos y elevó las manos con las palmas abiertas hacía su cabeza, una de ellas, la izquierda, empuñaba con fuerza una daga bañada en oro. — Pero todas ellas, por culpa de Roma, el papa y la iglesia, fueron quemadas en la hoguera. — Sin pensarlo, cortó su muñeca derecha, abriendo herida en sus venas para interrumpir la circulación de la sangre. Las gotas carmesíes
Trató de rodear todo con minuciosidad evitando tirar algo e incluso tomó asiento para recortar espacio sujetando sus rodillas a lado de la mujer evitando aplastar o romper algo con su pesadez. — Con permiso... Entonces me decias que esto no es agua de calzón.—
Trató de reírse pero era un mal chiste en un momento serio y fue desastroso así que retomó rápido a una expresión estoica.
