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YuukiKuran · F
Parte II
Washington D.C, Salón de la Justicia, 11 am
El Sol brillante y bochornoso anormalmente. Caminaba una joven de aspecto joven y hermoso: De tez blanco inusitado, lacios cabellos castaño-rojizos y largos al nivel del cuello, su frente y ambas sienes cubiertas por varios mechones de cabellos cortos y largos. Sus ojos, un par de rubíes grandes, brillantes como dos gemas embrujas llenas de misterio, intimidación con dulzura inefable. En su cuello cuelga una piedra verde brillante y extraña de tamaño mediano, difícil de distinguir y en efecto, una piedra extraterrestre, tal piedra atada a una cadena de ónix puro y se amarra en la nuca por la misma piedra verde; en sus orejas, guindan dos aretes de la misma piedra solo que en muchos pedacitos bastante grandes. Su delgado y esbelto cuerpo ataviado a un atuendo sencillo pero fino: un vestido sin mangas color topacio de cuello redondo con encaje de citrino oscuro y del mismo color y material se extiende horizontalmente una cinta debajo del busto, la prenda se amplía hasta la mitad de los muslos de sus piernas y en el borde encajes, igualmente, de citrino oscuro. La mitad de su espalda y ambos brazos se encuentran cubiertos por un fino bolero del mismo color que el vestido y los bordes de las mangas adornados con encajes, igual al vestido, de citrino oscuro. Calza botas café de cuero puro y medias altas color negras que cubren sus piernas, las rodillas y la mitad de los muslos. Como ya se había dicho, al parecer esta mujer proviene de otro mundo o de recónditos territorios, su atuendo muy peculiar para un medio día acalorado, pero aun más extraño, en su mano derecha sostenía una sombrilla de estilo victoriano de color beige con bordes dorados y el mango de plata, tal objeto para resguardarla del abrumador y ardiente Sol.
Acercándose a un gran campo abierto, con su agudizado oído, escuchó que llamaban a una joven: – ¡Señorita! ¡Señorita! – También las carcajadas de los niños, la gente hablando, etc. Continuó caminando hasta detenerse al frente del Salón de la Justicia y contemplarlo con una mirada maravillada como si nunca hubiese visto estructuras como las de ese lugar. Ensimismada en el panorama el cual le interrumpió una mano al invadir su espacio personal tocándole su hombro y una voz: – ¡Señorita! – Ella se volteó para observar a la persona que la tocó, en le momento que removió su cabeza sonó el flash de una camara. Simplemente un adolescente de aspecto sumamente apuesto de cabello negro con anteojos oscuros, vestido con uniforme y en sus manos un teléfono celular sofisticado con cual tomó una foto. La joven parpadeo seguidamente y atrás del joven, se acercó una chica de cabello rojo y tomó del cuello al chico con un brazo y con el otro le agarró el celular y dice:
– Discúlpelo Señorita, él es muy interactivo. – Comentó la pelirroja con vergüenza ajena.
– Descuide, solo me sorprendí. – Comentó la joven forastera. Los jóvenes se retiraron y la muchacha continuó observando el majestuoso sitio mientras escuchaba a los jóvenes:
– Déjame Bárbara. – Comentó el chicho. –
– Cállate Dick, ¿Qué no cocones la vergüenza? –
– Lo siento, pero una belleza como la de esa chica no se me podía pasar, es muy hermosa y poco peculiar con esos ojos rojos… –
– Disculpen… – Interrumpió la joven forastera. – ¿Ese es el Salón de la Justicia? – Los jóvenes se sorprendieron que ella les preguntara tal obviedad con las grandes letras en el lugar: “Hall Of Justice”. – Disculpen, me es sumamente difícil leer el ingles. –
– Oh… Eres extranjera ¿De que donde eres? – Preguntó el chico y al término de la interrogante, la chica lo codeó.
– Eh… De Japón. –
– Sorprendente. – Comentó emocionado.
– ¿Busca un lugar en especifico? – Preguntó la mujer pellirroja, disimulando su mirada en las joyas de la turista.
– Si, me dijeron que es el lugar turístico más extraordinario del país. –
– Por supuesto, pero no es un museo, es decir, no es para turistas. – Dijo la chica.
– Pero el pasillo principal si puede ser visitado por los turistas. – Dijo el chico.
– Eso estaría bien… – Comentó la joven emocionada.
– Pero por ser nosotros, podemos darte un tur por todo el Salón de la Justicia. – Le interrumpió el chico y su amiga, nuevamente, lo codeó.
– Oh… ¿Eso es posible? – Preguntó interesada la joven.
– ¡Claro! – Dijo la chica. – Soy Bárbara Gordon y él es Dick Grayson. –
– Mucho gusto. Yuuki Kuran. –
– ¡Hasta el nombre tienes lindo! – Dijo Dick.
– Gracias. –
Ambos chicos llevaran a la joven extranjera a dar un paseo por todo el Salón de la Justicia mientras no muy lejos, acontecían eventos extraños donde involucraba villanos y héroes, como dicen en este mundo completamente nuevo para la joven, quien desconoce en los problemas en que se está introduciendo por su ignorancia en el “nuevo mundo”.
Washington D.C, Salón de la Justicia, 11 am
El Sol brillante y bochornoso anormalmente. Caminaba una joven de aspecto joven y hermoso: De tez blanco inusitado, lacios cabellos castaño-rojizos y largos al nivel del cuello, su frente y ambas sienes cubiertas por varios mechones de cabellos cortos y largos. Sus ojos, un par de rubíes grandes, brillantes como dos gemas embrujas llenas de misterio, intimidación con dulzura inefable. En su cuello cuelga una piedra verde brillante y extraña de tamaño mediano, difícil de distinguir y en efecto, una piedra extraterrestre, tal piedra atada a una cadena de ónix puro y se amarra en la nuca por la misma piedra verde; en sus orejas, guindan dos aretes de la misma piedra solo que en muchos pedacitos bastante grandes. Su delgado y esbelto cuerpo ataviado a un atuendo sencillo pero fino: un vestido sin mangas color topacio de cuello redondo con encaje de citrino oscuro y del mismo color y material se extiende horizontalmente una cinta debajo del busto, la prenda se amplía hasta la mitad de los muslos de sus piernas y en el borde encajes, igualmente, de citrino oscuro. La mitad de su espalda y ambos brazos se encuentran cubiertos por un fino bolero del mismo color que el vestido y los bordes de las mangas adornados con encajes, igual al vestido, de citrino oscuro. Calza botas café de cuero puro y medias altas color negras que cubren sus piernas, las rodillas y la mitad de los muslos. Como ya se había dicho, al parecer esta mujer proviene de otro mundo o de recónditos territorios, su atuendo muy peculiar para un medio día acalorado, pero aun más extraño, en su mano derecha sostenía una sombrilla de estilo victoriano de color beige con bordes dorados y el mango de plata, tal objeto para resguardarla del abrumador y ardiente Sol.
Acercándose a un gran campo abierto, con su agudizado oído, escuchó que llamaban a una joven: – ¡Señorita! ¡Señorita! – También las carcajadas de los niños, la gente hablando, etc. Continuó caminando hasta detenerse al frente del Salón de la Justicia y contemplarlo con una mirada maravillada como si nunca hubiese visto estructuras como las de ese lugar. Ensimismada en el panorama el cual le interrumpió una mano al invadir su espacio personal tocándole su hombro y una voz: – ¡Señorita! – Ella se volteó para observar a la persona que la tocó, en le momento que removió su cabeza sonó el flash de una camara. Simplemente un adolescente de aspecto sumamente apuesto de cabello negro con anteojos oscuros, vestido con uniforme y en sus manos un teléfono celular sofisticado con cual tomó una foto. La joven parpadeo seguidamente y atrás del joven, se acercó una chica de cabello rojo y tomó del cuello al chico con un brazo y con el otro le agarró el celular y dice:
– Discúlpelo Señorita, él es muy interactivo. – Comentó la pelirroja con vergüenza ajena.
– Descuide, solo me sorprendí. – Comentó la joven forastera. Los jóvenes se retiraron y la muchacha continuó observando el majestuoso sitio mientras escuchaba a los jóvenes:
– Déjame Bárbara. – Comentó el chicho. –
– Cállate Dick, ¿Qué no cocones la vergüenza? –
– Lo siento, pero una belleza como la de esa chica no se me podía pasar, es muy hermosa y poco peculiar con esos ojos rojos… –
– Disculpen… – Interrumpió la joven forastera. – ¿Ese es el Salón de la Justicia? – Los jóvenes se sorprendieron que ella les preguntara tal obviedad con las grandes letras en el lugar: “Hall Of Justice”. – Disculpen, me es sumamente difícil leer el ingles. –
– Oh… Eres extranjera ¿De que donde eres? – Preguntó el chico y al término de la interrogante, la chica lo codeó.
– Eh… De Japón. –
– Sorprendente. – Comentó emocionado.
– ¿Busca un lugar en especifico? – Preguntó la mujer pellirroja, disimulando su mirada en las joyas de la turista.
– Si, me dijeron que es el lugar turístico más extraordinario del país. –
– Por supuesto, pero no es un museo, es decir, no es para turistas. – Dijo la chica.
– Pero el pasillo principal si puede ser visitado por los turistas. – Dijo el chico.
– Eso estaría bien… – Comentó la joven emocionada.
– Pero por ser nosotros, podemos darte un tur por todo el Salón de la Justicia. – Le interrumpió el chico y su amiga, nuevamente, lo codeó.
– Oh… ¿Eso es posible? – Preguntó interesada la joven.
– ¡Claro! – Dijo la chica. – Soy Bárbara Gordon y él es Dick Grayson. –
– Mucho gusto. Yuuki Kuran. –
– ¡Hasta el nombre tienes lindo! – Dijo Dick.
– Gracias. –
Ambos chicos llevaran a la joven extranjera a dar un paseo por todo el Salón de la Justicia mientras no muy lejos, acontecían eventos extraños donde involucraba villanos y héroes, como dicen en este mundo completamente nuevo para la joven, quien desconoce en los problemas en que se está introduciendo por su ignorancia en el “nuevo mundo”.