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—Rol privado.—
 
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TessaEllis · F
— Sí, ratoncito. — Le dio un golpecillo con el índice en la punta de la nariz antes de tomar asiento junto a ella. Tomó ambos empaques de pan y los dejó sobre un tronco hueco más pequeño delante de ellas, acomodandolo como si fuera una mesilla.

Tomó una pieza de pan y la examinó, no porque fuera a estar mala, sino por mera costumbre. Dio una pequeña mordida y las migajas no tardaron en caer en su regazo.

Su pregunta le hizo alzar una ceja, en realidad jamás se había preguntado por qué sonreía o por qué no.

— ¿Por qué no sonrío? Veamos...
¿¡Ratoncito!? —De alguna manera, ya se estaba acostumbrando a que Tessa buscaba cualquier momento para tenerla cerca, y eso era peligroso, no porque se acostumbrara y la pena fuera menos, si no porque le gustaba y acostumbrarse a ello implicaba que la extrañaría o se pondría triste el día que no lo hiciera.

El lugar era bonito y tranquilo, solo escucha a los pajarillos cantando o emprender el vuelo, se sentía en paz como pocas veces. Encontró un espacio donde había un tronco que parecía estar listo para ellas, tomó lugar y siguió comiendo, pero ahora más cuidadosa.— N-no quiero ser imprudente pero... Me... Me importa saber porqué no sonríes tanto, es decir, a veces lo haces pero no sé el motivo y m-me gustaría hacerte sonreír más. —No la estaba mirando, la vergüenza era mucho y tal vez, ahora sí iba a molestarla con sus comentarios.—
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rodeando el lugar daban la impresión de ser una fortaleza natural. —
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La caminata era silenciosa, no sabía si por lo que le había dicho a la menor, si por el hecho de que le tocó presenciar una escena bastante incómoda con una de sus problemáticas vecinas o qué, pero la tensión en el aire era tal que ni siquiera había reparado en que aún tenía sujeta a Ekaterina por la cintura, mientras que con la otra sostenía el pan.

Sintió un alivio interno en cuanto habló, cualquier cosa era mejor que el silencio. — No mucho, pero en realidad no creo que sea algo que a la gente le importe, solo piensan que estoy molesta la mayor parte del tiempo. — Se encogió de hombros, mientras iba empujando con suavidad el cuerpo femenino de la contraria para guiarla hasta un pequeño espacio donde podrían comer tranquilas.

— Digamos que es una cadena de favores, es como... — El ruido le hizo bajar la mirada, sin poder evitar negar con la cabeza. — Ya me parecía escuchar un ratoncito hurgando el pan... Aquí estaremos bien.

Un páramo bastante solo, con algunos árboles rodea
Entonces es cierto que no sonríes tanto. —Rompió el silencio de la caminata por fin, intento inspeccionar el contenido de su envuelto, haciendo demasiado ruido.— En casa suelen decirme que debería sonreír más, pero no creí que te sucediera igual.

—Tenía en la punta de la lengua el tema de aquella mujer de facciones toscas, con la que intercambió frías miradas, pero no sabía cómo abordarla.— ¿Tus amigos asisten a este lugar también? —Por fin consiguió sacar una pieza de pan, pegándole una mordida sin ningún tipo de modales, solo quería comer algo.—
—El rostro de Ekaterina se volvió tan rojo que creyó las mejillas iban a estallar o de sus orejas iba a salir vapor. De nada sirvió que Tessa intentara arreglar la oración, ahora tenía el pulso golpeteando hasta su garganta y de no ser porque su atención la captó aquella mujer que parecía quemar a su amiga con la mirada, tal vez esta ocasión si hubiera sufrido un desmayo, pues la sensación de los labios en su oreja no se iba.

Por ahora no hizo preguntas, fue demasiada la tensión que supo de inmediato que no era el momento de preguntas. En cambio se mostró amable con aquella mujer de nariz redondita.— Espero asistir más a menudo. —Apenada por tal comentario, fue lo único que respondió antes de marcharse.—
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giró el rostro, llevando su mano libre hacia la cintura de la chica.

— Te veré después, Mary. — Dicho aquello, llevó a Ekaterina fuera de la tienda, dirigiéndola hacia un camino un poco más despoblado. Algo más tranquilo.
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— Eres mi chica, Vronski. — Susurró en su oído, cuyas palabras incluso provocarían un roce en la piel contraria. Notó lo que intentaba, y aquello era un juego de dos, pero tampoco tenía que tomar tantas confianzas con ella, quería evitar toda mala interpretación. — Es decir... Mi chica campeona. No mía mía pero... —

Alzó la mirada sintiéndose un poco estúpida, apretando de nueva cuenta su mano, en búsqueda de cambiar el tema. — No soy popular, es una zona del pueblo pequeña y todos en algún momento necesitamos de la mano de otro. Aunque siempre hay sus excepciones... — Diría mirando a una mujer que le observaba con desdén, incluso un poco de reproche. Tessa no flaqueó, y le dedicó la más fría de sus miradas.

A los pocos minutos, la mujer le entregó envuelto en papel marrón una buena porción de pan, e hizo lo mismo con Ekaterina, como si se tratara de un ramo de flores. — Espero verte más seguido por aquí, querida. Mi Tess se le ve contenta. — Tessa hizo una mueca de sorpresa y gi
Nadie la había recibido así nunca, no fue incómodo y de hecho, soltó una risita de pura emoción.

Todo en la cocina le llamaba la atención, ese calorcito que parecía abrazarla justo como la señora, el aroma a pan recién hecho, el sonido hueco del barro contra barro, la madera que crujía y las voces fuertes de todos, concentrados en sus tareas.

Un par de hombres con harina hasta los bigotes le sonrieron y continuaban su labor, si no fuera porque Tessa la guiaba, se hubiera quedado parada mirándolos por horas, era tan diferente de su hogar, era tan reconfortante.—

¿Entonces soy tu amiga? —Por supuesto, no perdería la oportunidad de volver a molestarla un poco, hasta se había acercado a su oído para hablar, solo un poco, sin embargo, la dejó en paz cuando todo aquella gente se hizo presente, algunos saludaban a Tessa, era como si todos en algún momento, se conocieran.— Eres muy popular, por lo que veo.
N-no te... —Aclaró la voz.— No te preocupes, ya estoy acostumbrada, por eso mi madre nunca me deja ir sola, debo tener escolta. —Su reacción le dio calma y seguridad, casi le pareció que la protegía, lo agradecía mucho sabiendo que Tessa era demasiado desapegada con las personas, así que preocuparse por ella la hacía feliz.

Animada por ello, alzó el rostro e irguió un poco su postura, esbozando una sonrisa tímida, pero sincera, no debía dejarse derrumbar por quienes no la conocían.— Seguro se ven ridículos, al menos yo no escondo un vestido sucio.

—No dijo nada más porque un aroma exquisito la hizo relamerse los labios, era delicioso, mucho más que cualquier cosa que preparan en casa. Apretó de nuevo su mano, emocionada, nunca había hecho algo así, era como una niña haciendo una travesura, aventurándose a lo desconocido de cabeza y sin protección.—

Buena tarde soy... EkaterinaVronskiEsUnGusto. —Todo lo dijo de corrido ante semejante abrazo, era fuerte y cálido.

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