—Si bien no era el punto reírse de la desgracia ajena, tuvo que suprimir una posible carcajada. El comentario, por grosero que fuera, le pareció divertido.—

— ¿Qué puedo decirte? A falta de cerebro, no hay mucho qué perjudicarle. — Él, como buen samaritano, se acercó.

Debe ser interesante suponer que el señor Thor aún siga cuerdo después de vivir tanto contigo. —Ahora guardaba su distancia al caminar a su lado, a la expectativa de alguna otra broma o susto que tuviera en el recorrido.—

— Es poco comparado con lo que le he hecho a Thor. — Sonrió orgulloso — Pero no fue mi entera intención. Quería asegurarme de que estuviéramos en terreno seguro. Deberías darme las gracias, es lo menos que puedes hacer por mí y mis atenciones. —

—Casi me hiciste caer por una colina, luego me dejaste en medio del claro, sola... ¿Te parece poco?

— Vamos, mi compañía no es tan mala, ¿o sí? —