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—Nunca en su vida hubiera imaginado que llegaría a tal situación, por demás peligrosa, atrevida e impropia, pero lo que estaba planeando hacer no debía ser del conocimiento de sus padres, además sería un viaje de un día si todo salía bien... O eso según sus infundados cálculos inexpertos.

Y ahí estaba, con la mano extendida, ofreciendo su dinero para contratar los favores de un nefasto pirada.

No sonaba a un plan brillante, cierto, pero estaba desesperada y los marinos de la costa irían a con su padre de inmediato si ella les hubiera pedido el favor de llevarla lejos de casa.—
—Tímida de buenas a primeras, en esta ocasión estaba dispuesta a sacar su lado más fiero y seguro de si, después de todo, si iba a cometer una locura, la iba a cometer bien.

Esperando que la voz no le titubeara, debido al nerviosismo, no se movió ni un centímetro cuando el capitán del Perla Negra acortó distancia, tanta que el hedor a licor la hizo achinar los ojos. Siempre se había quejado de los perfumes escandalosos de su madre... Ahora no parecían ser tan molestos.—

He sido informada de eso, sin embargo, también me dijeron que usted haría una excepción a la regla si le explicaba que... —Alzó la mano zurda dejando ver una fina bolsa carmesí, a tope en su capacidad.— ...Le proporcionaría esta generosa cantidad de oro para que me lleve al mercado de la costa vecina, al este.
JS1575629 · 31-35, M
se reconocía el pestilente aroma del alcohol brotando de sus labios.

No es personal pero no admitimos mujeres en un barco, mucho menos en un barco pirata. Espero que sepas nadar, será un largo recorrido de aquí a la playa.
JS1575629 · 31-35, M
Maese, Gibbs. ¡MAESE GIBBS! Gritó un iracundo Capitán Jack. Su voz llegó a ser lo suficientemente alta para que el regordete y medio destartalado señor Gibbs dejara de beber licor para atender su llamado. Llegó lo más rápido que le fue posible, mover esas piernas pesadas y cargar el peso de su abultada barriga alentó su paso.

Maese Gibbs... Creí haber dejado muy claro, tan claro como el agua, que no se permitía la presencia de una mujer en mi nave. No he logrado deshacerme de Jo; quiere explicarme... ¿Qué hace esta... chiquilla aquí?

Giró sobre sus talones y caminó al timón, orgulloso; aparentaba no estar molesto. Gibbs tuvo una sensación de calma esporádica; lo que inició como un oleaje inofensivo, se transformó en la peor de las tormentas.

¡¿Acaso quieres que mi precioso Perla Negra se hunda?! Una mujer es de mal agüero, ¿ahora imagina dos en la misma nave? Y tú... Se dirigió de nuevo a la invasora; estaba tan cerca de ella que fácilmente se recono

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