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—Tímida de buenas a primeras, en esta ocasión estaba dispuesta a sacar su lado más fiero y seguro de si, después de todo, si iba a cometer una locura, la iba a cometer bien.

Esperando que la voz no le titubeara, debido al nerviosismo, no se movió ni un centímetro cuando el capitán del Perla Negra acortó distancia, tanta que el hedor a licor la hizo achinar los ojos. Siempre se había quejado de los perfumes escandalosos de su madre... Ahora no parecían ser tan molestos.—

He sido informada de eso, sin embargo, también me dijeron que usted haría una excepción a la regla si le explicaba que... —Alzó la mano zurda dejando ver una fina bolsa carmesí, a tope en su capacidad.— ...Le proporcionaría esta generosa cantidad de oro para que me lleve al mercado de la costa vecina, al este.
 
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