EinarrAsarsson

Un rugido estremeció las calles nocturnas del reino. Se escuchó el quebrar de centenares de vidrios; todos sabían reconocer ambos sonidos. Eran los dragones que como cada noche, salían abatidos del dolor por los cielos derivado a la pérdida de su creadora y madre.
Pero en esta ocasión fue diferente, los rugidos eran orgullos, intempestivos para darles una esperanza a los habitantes de Émeraude; la reina no era fácil de derrotar. Todos aún guardaban fe.

De sus fauces empezó a brotar fuego que, como brillantes pirotecnias iluminaron el oscuro cielo.

Bajó del cielo primero Finnqdrión, detrás suyo Ereenyst. Sus alas se alzaron cuando aterrizaron en una pulcra entrada celestial.
Su cabeza de Ereenyst se izó en dirección a los astros que asemejaban en cercanía a la que llevaba por nombre "Luna" en la tierra.
Sus alas inquietas se abatieron retumbando el estentóreo. La gente se acercó al verlos a los dos aterrizar en la glorieta del reino, aquella que servía para que los mercaderes vendieran sus mercancías por los días y que se podía ver muy bien desde el balcón del castillo.
Ambos dragones clavaron sus ojos amarillentos en el soberano. Inclinaron la cabeza ligeramente asemejando a una reverencia.

Los trolls, elfos, y demás entes reaccionaron y curiosos dirigieron la mirada hacia el hombre heredero. Detrás suyo la silueta de su creadora se alzó y todos con el rostro conmocionado esperaron, en shock, en un silencio que aturdió.

—Estoy aquí —le respondió a su hijo.