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—Siendo las 9 en punto, la puerta del gato negro se abrió dejando ver la silueta de la rubia. Puntual como ella única, estaba vestida de un impecable blanco invierno, un vestido simple y no tan llamativo. Había tardado más de lo usual en escogerlo ya que nada le convencía y esta vez, quería verse bien.—

¿Está listo el señor Ferdinand? Tal cual como le dije aquí estoy. —Mencionó con una sonrisa de medio labio, un tanto confiada y ansiosa, pues no quiso comer nada antes para poder disfrutar de la cena en compañía del varón.—
 
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Salud. —Sonrió, con una naturalidad que no demostraba hace mucho, de manera galante, tomando de su copa sin despegar la mirada de ella. El vino quizá era la única cosa dulce que soportaba, después estaban los helados, nadie se resiste a ellos.—

Ciertamente necesito tu ayuda, todo está más ordenado y el inventario está muy bien organizado, es algo que solo no hubiera logrado, prometo pagarte ahora de verdad. —Hasta ahora solo la "premiaba" con libros y películas ilimitadas de la tienda, pero sabía que necesitaba pagarle como se debía.— No aceptaré un "no" como respuesta.

—Tomó una de las servilletas que estaban elegantemente ordenadas en su mesa, iniciando por doblarla sin sentido aparente.— ¿Qué tal el trabajo? ¿Tus compañeros no son muy pesados? Siempre puedo conseguirte un gas pimienta.
 
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