—Si tan seguro te sientes de tus perfectos métodos de batalla y de la ropa que portas, ¿por qué no tenemos un encuentro amistoso? Me encantará golpear ese rostro con la elegancia que me precede, y luego puedes pedirle consuelo a Rhage y beber hidromiel como premio de consolación —agitó su diestra como si le restara importancia al hombre y a la conversación. Aunque sí que estaba dispuesta a enseñarle modales; ni siquiera en el infierno tenían la lengua tan suelta.