Fue hasta ese momento que borró su sonrisa y pasó a cruzar los brazos por encima de su pecho. Destilaba seguridad en cada poro; tal vez él era un gran guerrero en sus tierras, pero ella no había llegado al poder en vano entre tantos demonios del infierno.

—A eso me refería con "encuentro amistoso" —una sonrisa inquietante, que pocos conocían sin haber perecido segundos después, se formó en su rostro. ¡Al fin! Después de tantos eones de haber permanecido en una paz forzada iba a tener una pizca de entretenimiento y, con suerte, esta incluiría una buena dosis de sangre—. Oh, dear, seguimos con eso. Parece que pides a gritos que te enseñe modales —su diestra fue a parar al mentón de Ulfhednar, mismo que sostuvo entre sus dedos con más fuerza de la necesaria. Por suerte sus alturas no eran tan distintas cuando ella estaba en su forma demoniaca—. Pero tranquilo, te grabaré bien en esa cabecita que no debes subestimar a nadie por sus ropas. Y mucho menos debes decirme qué debo o no portar —lo soltó, no sin antes dejarle la marca nada profunda del pasar de sus uñas en la piel al aflojar su agarre—. Que Odinson esté presente. Así puede salvarte si se me pasa la mano.

—¿Una pelea?—su ceño fue muy expresivo, dibujando un gesto de sorpresa por el inesperado reto que lanzó la exótica demonio. El león del norte no estaba completamente acostumbrado a que una mujer extranjera lo desafiara en batalla, y pareció pensárselo por unos momentos.

—Acepto una pelea no letal, no quiero que Odinson se sienta en la obligación de vengar a una amiga muerta. Solo intenta ponerte algo menos...—buscó una palabra para describir sus atuendos—¿Delicado?—curioso que el semidiós remarcara la falta de ropa, ya que él, como buen ulfhedinn, siempre lleva el torso desnudo en batalla, lo mismo que Rhage.

—Si tan seguro te sientes de tus perfectos métodos de batalla y de la ropa que portas, ¿por qué no tenemos un encuentro amistoso? Me encantará golpear ese rostro con la elegancia que me precede, y luego puedes pedirle consuelo a Rhage y beber hidromiel como premio de consolación —agitó su diestra como si le restara importancia al hombre y a la conversación. Aunque sí que estaba dispuesta a enseñarle modales; ni siquiera en el infierno tenían la lengua tan suelta.

—Te disculpo. Es lo que suponía, que ustedes, los hijos rebeldes de Yahwe, no saben ni siquiera vestir adecuadamente para una guerra, mucho menos librarlas. Será un perfecto tema de conversación con Odison, podremos reírnos un poco mientras bebemos hidromiel junto al resto de dioses guerreros.
(?)

—Disculpa, ¿tu me compraste estas ropas?, ¿o es que tú pagas al modista? Qué dulce, si esto te significa un problema, no quiero pensar lo que haría el chiquillo en el infierno, donde por las cacerías o la guerra muchos terminan sin ninguna prenda. Tierno. (?)

—¿Ni siquiera sabes vestir ese tipo de ropas sin romperlas? (?)