El principio del todo que acaba siendo la nada, la incoherencia de la no-materia, del no-espacio y el no-tiempo, opuestos que representaban un impedimento para un dios tan joven y ambicioso. ¿Pero qué era sino una oportunidad de buscar una oposición ante el todo? Independiente de cualquier influencia puesta sobre él, el caos no era sólo una existencia, sino la falta de existencia.
Vislumbraba entonces una plegaria, aquél que deseaba saber, aquél que necesitaba conocer entonces. Presentó su canto como ofrenda, su sueño como vínculo, el Dios del Sueño dormía, encantado bajo su mismo poder. Si el Caos era tan extensivo ni el reino de los sueños sería capas de alejarlo.
Así decidió buscar y llamar, más el llamado no era voz sino melodía. Tan fina que incluso escapaba del plano de los sueños, aquella flauta tan inocente, tan cálida en su sonar. Pensó que tal vez ni una entidad tan primigenia e imponente ignoraría la intención y su aptitud.
Claro que, posiblemente fuera reconocido entonces. El descendiente del linaje más próximo, como si llamara a una abuela o alguien más antigua. Hijo de la noche y las sombras, pedía al vacío asomarse, pero no para devorarlo, sino para escucharlo.-
Aunque cayera rendido entonces, aguardaría y repetiría. Y volvería a repetirse, hasta que el bucle rompa con su enemigo el tiempo y con su rival del silencio, todo por lo que el sueño se surtía y se vanagloriaba lo ponía a prueba de forma tan indulgente y poco cauta. Sólo pensando en su objetivo.-