Cada palabra que oía le indigna más, hasta se le enrojece el rostro causado por el enojo. Bajó los brazos a ambos lados de su cuerpo y avanzó un par de pasos a ella.

— Así como ese anciano me entregó la piedra, yo puedo dársela a alguien. La diferencia es que te estoy dejando escoger a quién, porque me importas demasiado... ¡Cómo persona, no como alguien que sólo sirve para conceder deseos!

Frustrada se cubre el rostro con ambas manos por varios segundos. Toma aire, lista para volver a la carga haciendo un gesto con la mano hacia la puerta.

— Vete. Si quieres ser una idiota, que ni siquiera se esfuerza en entenderme, ve a donde quieras. No te necesito, Danna, nunca te necesité. Solo quería que fueras feliz pero es imposible para mi.