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Silencio, precipitante como la legua en fragua que su espiritualidad le concebía. Sus ojos, con ese fulgor tan reluciente presentían inyectados de sangre el derrumbamiento de la torre a la distancia. Ausenciado bortó tristeza de sus ojos, oscilante a la embargueza de su respiración hundiéndosele en el pecho cómo aurea boreal en la intrínseca mirada tenue que se desvanecía hacia el bosque. Bosque repleto de adversidad. Dónde pisasen los aventureros más avezados terminarían por llevarse su sobredosis de perdición esotérica. Salai no era la excepción, quién tumbado de bruces (...)
 
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DanHarper · 100+, M
La pureza era la flanqueza del mal, a él le llamaban extranjero, sin ser de otro lugar, misma aparición de su cuchillo en diestra, que demostraba su destreza apaciguada por la brahamante forma de respirar cauta, en busqueda de encontrar a su acechador. Tal cual espesa bruma sus pies fueron hacia delante, y en la eternidad bosquejosa empezó a desaparecer, dejando un rastro de sangre consigo.

Ensimismado perecía, pues, de silencio pecaba, y de razonamiento filosófico se nutría, con estrategia cerrada de combate y su aprendiz de naturaleza; Un dedo buscó una daga, traversa tras el pecho, que terminaba por hundirse sobre el índice y se esclarecía hacia la zona lateral de su brazo, encima de un pequeño trozo de cuero unido a una rienda negra, elevada al doble de su antebrazo, atada con un peñasco de hierro asistiendo su fuerza y corporeidad. No le bastaba con concretar el silencio, para apaciguar, y ahí, clavar la mirada sobre su enemigo. (...)
 
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