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DanHarper · 100+, M
Tan pronto como habló aquellos débiles soldados impusieron sus posturas detrás suyo. Encadenaron sus manos. Suspiraron. Dieron un vistazo a su enorme hoja templada, y emprendieron caminata hacia el exterior del bar, camino a las cárceles de Khariel, el terror de todas las comarcas habidas y por haber desde las tierras sureñas, y las norteñas.
DanHarper · 100+, M
Empapado de ira el desconocido hundió su espada entre el antebrazo. Limpió su hoja con la túnica raída, demostró su brillo, luego enfundó. Los guardias le miraron extrañado, pero el más joven huyó corriendo, gritando por la calle sin cese alguno, en búsqueda de atención.
— Vete, antes de que sea demasiado tarde.
—No hace falta, Lheher.—dijo el extraño, ubicando ambas manos detrás de su extensa cabellera.
— Vete, antes de que sea demasiado tarde.
—No hace falta, Lheher.—dijo el extraño, ubicando ambas manos detrás de su extensa cabellera.
DanHarper · 100+, M
Una ronda de guardias entró por la puerta del bar. Miraron la escena horrorizados. Doblaron sus espadas, cubrieron sus posturas, uno de los guardias tumbó la mesa, el segundo tronó el piso con un pisotón, y el último, preparó su espadón para embestir.
— Harper. —Vociferó uno de ellos, inclinando el cuello hacia la derecha.
— ¡T-tira eso! —Alzó la voz el más novato, tembloroso.
— Mierda. —Contestó el tercero, el lider de la guardia. — Ve por refuerzo, Tristán.
— Harper. —Vociferó uno de ellos, inclinando el cuello hacia la derecha.
— ¡T-tira eso! —Alzó la voz el más novato, tembloroso.
— Mierda. —Contestó el tercero, el lider de la guardia. — Ve por refuerzo, Tristán.
DanHarper · 100+, M
Su compañero tomó impulso hacia delante, estaba dispuesto a acestar un golpe, más diezmó el intento, ya que el visitante se tambaleó hacia atrás, desequilibrando al hombre que intentó trazar tal combinación dominante. La espada silbó en el aire, brilló con las lamparitas y luces fulgurosas del establecimiento. Los gritos empezaron a oírse. Las sillas a romperse, y el descontrol provocó el descontento del tabernero, quién gritó aclamando a la guardia. Uno de los ebrios terminó contra la barra con la quijada doblada, los dientes salidos, y el cuello colgando de una silla... El segundo hacía una piscina de mancha oscura y espesa, sobre lo que era una estaca, sobrante de una butaca. El tendero miró la escena. Vomitó. Una voz chillona, femenina gritó. El silencio se hizo viso, y pronto, botas empezaron a crujir el barro exterior.
DanHarper · 100+, M
— ¿Qué acaso no oíste imbécil? —Continuó el primer ebrio, escupiendo a un lado.— Te daremos una manita, para que te largues de aquí.—Finalizó, encorvándose, al colocar ambas palmas abiertas sobre los hombros del enorme desconocido.
DanHarper · 100+, M
El desconocido, con un rostro fúnebre retiró su pichel de la mesa, levantó aquella jarra con los nervios serios contemplando a los dos ebrios de la mesa del fondo. Hablaban desde la rabia, hablaban desde el odio, pretendían conocerlo, y entre esto, también interfirieron entre la mirada del cantinero, quién desviaba su rostro. Al fin y al cabo... ¿Quién defendería a un tipo con pintas de vagabundo, y postura imperial?
Uno de los ebrios se levantó. El segundo acompañó.
Uno de los ebrios se levantó. El segundo acompañó.
DanHarper · 100+, M
— Busco posada para esta noche.
— No hay. —Respondió el posadero con un refunfuño en los labios, mirando los botines del aventurero desconocido.— Si acaso, pregunte en el tarro roto, allí quizá hay.
— Ladrón. —Entre la multitud un vocero levantó su vocal.
— Lárgate de aquí.—Añadió otro prejuicioso.
— No hay. —Respondió el posadero con un refunfuño en los labios, mirando los botines del aventurero desconocido.— Si acaso, pregunte en el tarro roto, allí quizá hay.
— Ladrón. —Entre la multitud un vocero levantó su vocal.
— Lárgate de aquí.—Añadió otro prejuicioso.
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Presentaba cortadas simétricas, denotaba la rabia de años de insolente desespero, presumía de una mandíbula bien firme, de ojos verdes. Cabello engrasado, con sangre, tendido hasta la armadura y unión con los hombros. Fingía serenidad, con rabia. Comía sus labios con los mordiscos que los dientes le permitían. Era él.
El desconocido se levantó del asiento.
El cantinero frunció el ceño, levantó la mirada.
Su antagónico cruzó por las mesas de los clientes, siendo el centro de atención, desapareció en la multitud, pero volvió a mostrarse, frente al posadero, quién hundía sus manos sobre la parte inferior de la mesa, como si buscase librarse del dominante desconocido.
El desconocido se levantó del asiento.
El cantinero frunció el ceño, levantó la mirada.
Su antagónico cruzó por las mesas de los clientes, siendo el centro de atención, desapareció en la multitud, pero volvió a mostrarse, frente al posadero, quién hundía sus manos sobre la parte inferior de la mesa, como si buscase librarse del dominante desconocido.
DanHarper · 100+, M
El desconocido no era viejo. Tenía los labios cortados bajo esa tapa raída que le tapaba la cara hasta la barbilla, debajo de esta se notaba una armadura en cuero tachonado, encadenada por dos siluetas hacia el dorso y los hombros, y poco más allá, un cinturón con diferentes indumentarias "Extrañas" para unos pueblerinos atrasados. Cuando se quitó la capa todos se dieron cuenta de que llevaba una espada del cuello hasta la cintura; No temían el hecho de portar armas, todos en Khariel las llevaban. Temían el hecho de que la llevaba cruzada, como si fuese una jaiba, o al menos, un arco singular. No era común, ni mucho menos, su descripción facial, tosca, madura, llena de vigor y la insolencia de una sola persona.
DanHarper · 100+, M
— ¿Qué va a ser?
— Cerveza. —Contestó el desconocido, tenía una voz desagradable.
El cantinero pronto limpió una jarra, deslindó de responsabilidades su interior con alcohol barato, que apestaba a mofeta, y entregó el despampanante trago lleno de vigor hacia el desconocido sentado sobre el taburete. Inclinó los brazos después.
— Cerveza. —Contestó el desconocido, tenía una voz desagradable.
El cantinero pronto limpió una jarra, deslindó de responsabilidades su interior con alcohol barato, que apestaba a mofeta, y entregó el despampanante trago lleno de vigor hacia el desconocido sentado sobre el taburete. Inclinó los brazos después.
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