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Silencio, precipitante como la legua en fragua que su espiritualidad le concebía. Sus ojos, con ese fulgor tan reluciente presentían inyectados de sangre el derrumbamiento de la torre a la distancia. Ausenciado bortó tristeza de sus ojos, oscilante a la embargueza de su respiración hundiéndosele en el pecho cómo aurea boreal en la intrínseca mirada tenue que se desvanecía hacia el bosque. Bosque repleto de adversidad. Dónde pisasen los aventureros más avezados terminarían por llevarse su sobredosis de perdición esotérica. Salai no era la excepción, quién tumbado de bruces (...)
 
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DanHarper · 100+, M

La marcada animadversión qué todo el caos diplomático y social despertó fue veloz y incisiva para instalarse en el colectivo del feudo. Aún en las aldeas más dispersas y las comarcas todavía más lugubres, la noticia había llegado: El imperio se batía contra sí mismo tras una serie de sucesos insospechados ¿Raro? en extremo. Pero de ese modo sucedió.

El blondo desempolvó su capa y apresuró el paso, Incluso en los pueblos centrales y cercanos a la diócesis imperial se estaba ad portas de días menesterosos. Poco o nada bueno podía augurar un grado tal de turbación en el corazón del imperio; Cómo un vástago preludio, coincidía la desazón con la inclemencia del tiempo. El rocío era, en ultranza, tan sólo... Una entelequia.
 
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