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Silencio, precipitante como la legua en fragua que su espiritualidad le concebía. Sus ojos, con ese fulgor tan reluciente presentían inyectados de sangre el derrumbamiento de la torre a la distancia. Ausenciado bortó tristeza de sus ojos, oscilante a la embargueza de su respiración hundiéndosele en el pecho cómo aurea boreal en la intrínseca mirada tenue que se desvanecía hacia el bosque. Bosque repleto de adversidad. Dónde pisasen los aventureros más avezados terminarían por llevarse su sobredosis de perdición esotérica. Salai no era la excepción, quién tumbado de bruces (...)
 
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DanHarper · 100+, M
Sus brazos cayeron entonces, en lo que era su propia trampa, indolora, se sacudió cómo su cabeza de izquierda a derecha, volviendo a guardar el libro, y dando impulso a su levante, con tal de dirigirse a la propiedad estibada sobre enormes troncos de árbol de Nhul, al final de una carretera con trocha entablillada de loza de caracol y una especie de apedrado mal diseñado, pero funcional, para el transporte de carreta. Salai fue directito hacia allá, empezó su andanza.
 
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