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Esa respuesta complacía. Mucho. El Norteño bien pudo notar que los ojos de su Reina ostentaban picardía de la que sólo él había saboreado consecuencias en varias ocasiones. Con ánimos más físicos que emocionales, se atrevió a dejar su solemnidad un poco de lado y jugar los dedos de los pies en el vientre de su sobrino. — Confiesa: ¿te gustan estas prendas por lo fácil que es lidiar con ellas?
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