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Notó que a veces el hambre le arrebataba el gusto de contemplar a su Rey, causa de adoración, con plena calma y a consciencia. A pesar de conocer su piel a vista, sabor y tacto, conocer sus cicatrices así como sus lunares, a veces hacía falta una pausa merecida. El cuerpo de Jon, su sobrino, contaba en sí mismo la historia de su proceder: músculos firmes para soportar el ritmo de una batalla. Brazos fuertes que pueden tanto blandir la espada y degollar hombres, como cargar gentilmente a su Reina a la hora de amarse. Cicatrices, muchas. Suave, vehementemente, acarició aquella curvada en su pectoral. Esa que atentó contra el corazón de su Rey y esposo. Daenerys Targaryen lo encontraba fascinante. Siempre con una pequeña sorpresa, pensaba que Jon la maravillaría una vida entera. Había milagros en torno a él: tanto como resucitar, como traer vida en el vientre de la "última Targaryen". ‹...›
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