« Back to Album · Next »
This page is a permanent link to the comment below. See all comments »
Los hombres del Norte no solían ostentar sus pieles y por obvia razón: hacía un frío de muerte en Invernalia. El Lobo Blanco era considerablemente más atrevido de lo que era astuto y, por esto, cedió a los juegos de su Reina y obedecería. Allí en su recámara, bien iluminada entre velas, la fogata y luz reflejada en la nieve a las afueras, el bullicio del pueblo dentro de las murallas quedaba ahogado por la carrera de los vientos blancos que abatían la roca de sus torres. – If it please you, My Queen. – Cruzó con la derecha su pecho, recargando las telas en sus nudillos para tumbar la fibra por el hombro, pálido y macizo, humilde hasta llegarle al tríceps, que sobre la nívea piel rentaba su propia sombra. Se miró a sí mismo, su propia escultura genética y lo que quedaba de su blanca “arcilla” donde las “bujías” habían dejado sus detalles, donde sus errores quedarían por siempre grabados.
Add a comment...