— Te lo diré cuando estemos a los suficientes kilómetros de distancia de tu casa y no puedas arrepentirte de esto. Así que rápido, nos inscribí en el tercer turno y vamos tarde. — Aunque no le preocupaba, llegar tarde era su estilo. Empujó la puerta del rincón feliz de Sirius y caminó lo más rápido posible para salir de la casa. Seguramente se preguntarán cómo es que entró al inmueble; bueno, uno de los talentos de Rock era hacer trucos de magia y uno de sus secretos, era no revelarlos. Pero digamos que Classical no era demasiado cuidadoso en ese aspecto. Rock llegó hasta su patineta, recargada contra la pared de la puerta principal, y la levantó con un movimiento de pie. — ¿Me sigues, o quieres subir en mi automóvil? — Movió a su fiel compañera con el pie, tentándolo. Pero se aburrió muy pronto, así que sacó su teléfono, consultando la hora. Chasqueo cuando notó que aún tenían tiempo. — ¿Alguna vez has estado en una competencia a capella?

Había algo tan fresco y espontáneo en Rock, que resultaba difícil rehusarse a sus ideas y propuestas; era una de las pocas personas que podían remover el incipiente espíritu aventurero de Classical, quien, terminando de levantarse y sacudiéndose las minúsculas flores que quedaron prendidas a sus ropas, mantuvo ese aire de ligero desconcierto mientras observaba a su acompañante. —¿Disfrazarnos? —Quizá era esa la parte que más llamaba su atención, a la vez de disparar un poco de su recelo. ¿Qué podría tener ella en mente para sugerir tal cosa? —Comprendo tu interés por el evento, y con gusto te acompañaré. Sin embargo, ¿qué objeto hay en ocultar nuestras identidades? —Y, como si reafirmara su postura, se cruzó de brazos frente a la chica; si bien tal actitud quedaba un tanto desmentida con la media sonrisa que decoraba la faz del varón.

No lo había hecho. Uno de los tantos talentos de Rock era inventarse historias para convencer a sus amigos de hacer las locuras que le satisfacían un poco la vida. Engañar a Classical era una de ellas y, honestamente, no era tan complicado. El longevo era tan sencillo y amable que siempre caía en el truco y no tenía que esforzarse. Le sonrió, sacudiendo el cabello pelirrojo hacia atrás con la mano izquierda. — No importa. La acción nos espera y no queremos perdérnosla. — Súbitamente se levantó, dando un salto. Juntó sus manos, frotándolas. Sus cejas se enarcaron dándole algo de expectativa a sus palabras. — Vamos a un concierto. Algo de nuevos talentos. Y ambos vamos a disfrazarnos para provocar una nueva... experiencia, en el mundo.

— Abrir los ojos y casi brincar del sobresalto fueron una reacción al unísono, cuando escuchó la voz de Rock arrancándolo de su ensimismamiento. Quizá debía dejar ese hábito: la mayoría de sus compañeras tenían la costumbre y facilidad de tomarlo desprevenido, merced a su hábito de encerrarse y cavilar. — No es necesario que grites... — Refunfuñó, parpadeando unas cuantas veces, antes de incorporarse al apoyar su peso sobre los codos y, aún con una expresión ligeramente contrariada en el rostro, dirigir la vista hacia la joven. — ¿Cuándo prometí eso? — A decir verdad, no recordaba haber dicho tal cosa; no obstante, también sabía que ella no aceptaría un "no" por respuesta. De modo que, tras un suspiro, meneó la cabeza de lado a lado, pareciendo resignarse a lo inevitable. — Pero, bien... Vayamos, pues. ¿Qué tienes en mente?

— ¡Sirius! — Gritó con rebeldía, con la firme intención de despertarlo de sus largas cavilaciones y meditación. Terminó sentándose, aplastando las rosas de la esquina mientras se cruzaba de brazos y formaba la sonrisa ladina en el rostro. — Es tiempo de despertar. Me prometiste una noche entretenida y vine por ella.