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Príncipe de Liechtenstein | 3ro en la línea de sucesión | No user
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s1556188 · M
― Su majestad, hemos llegado.

Los aguamarinos pozos libres de todo maquillaje externo observaban distraídamente a través de la ventana, el fluyo secante de las gotas sobre el cristal le dieron la bienvenida, detrás de la ostentosa puerta unos caminos de guardias se inclinaban. Basil se mantuvo impoluto, sus cabellos oscuros peinados estrictamente hacia atrás, ondulándose lisos sobre el cuero cabelludo y sus ropas normalmente de tonalidad carbón habían sido cambiadas por prendas más ‘apropiadas’.

Con un movimiento ligero de su cabeza rechazó al hombre que con una sombrilla pretendía eludirlo de la llovizna leve, casi escasa, aquellos actos tan exagerados, ah, estaba nuevamente en casa. No podía decir que la había echado de menos.
Atravesó el pórtico con una expresión íntegramente transformada, una curva cordial zigzagueando en las comisuras de sus labios hacia quien tanto desaire profesaba y ahora lo recibía como la patrona de las instalaciones que lo vieron crecer.

― Bernard, bienvenido, ha pasado tanto tiempo.

― Majestad ― Correspondió, el pelinegro, sujetando la enguantada mano de la reina, depositando un engañoso ósculo en el revés de sus nudillos. Y su estómago giró dentro de su cuerpo, incómodo. Si tan solo pudiera enterrarle los dientes en la piel. ― Estoy encantado de volver ― . Mintió, liberándole de su agarre para enderezarse. ― Aunque las noticias me llenen de tristeza.

― Antes de que lo visites en su habitación, por favor, siéntete libre de insertarte en una habitación que hemos acoplado para ti.

Bastaron apenas segundos para que el mayordomo principal le mostrase el camino, detrás de ellos una hilera de otros esbirros acarreaban sus cosas. Ausentemente, Basil acarició la barandilla que conducía hacia el piso superior, observando entre pestañas las claraboyas que adornaban el techo. Ese cielo era idéntico al que había visto él mismo, por alguna ventana apartada hace años, en plena niñez. ¿En qué rincón de su memoria — o de su olvido — , había permanecido intacto, engañoso, callado, aguardando la oportunidad para renacer en sus manos como si de verdad fuese un recuerdo suyo?