—𝐄𝐧𝐭𝐫𝐚, 𝐦𝐮𝐜𝐡𝐚𝐜𝐡𝐨.— Dijeron los esqueletos sentados junto a la puerta de su armario. Secretos sucios, recuerdos vacíos y corazones rotos en el suelo. —𝐌𝐞 𝐧𝐨𝐪𝐮𝐞𝐚𝐫𝐨𝐧, 𝐥𝐨𝐬 𝐭𝐚𝐥𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐬𝐨𝐛𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐛𝐞𝐳𝐚. 𝐀𝐬𝐢́ 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐚𝐫𝐫𝐚𝐬𝐭𝐫𝐚𝐬𝐭𝐞 𝐝𝐞 𝐩𝐢𝐞 𝐚 𝐮𝐧 𝐩𝐮𝐞𝐛𝐥𝐨 𝐟𝐚𝐧𝐭𝐚𝐬𝐦𝐚, 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐦𝐞 𝐞𝐧𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚𝐬𝐭𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐫𝐚𝐳𝐨́𝐧 𝐧𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐨𝐲𝐨́ 𝐦𝐢𝐬 𝐠𝐫𝐢𝐭𝐨𝐬.—

Pregonaron con exaltación en su voz al ver como aquel joven entraba por su propio pie, le daban la bienvenida al pandemonio que viviría desde ahora en su mente.