—Se que eres fuerte, maestra, pero no puedo permitir que minimices un daño grave. No puedo... No deseo perderte.— Dijo decidida mientras le ayudaba a avanzar, tomando el camino mas corto hasta la biblioteca, en donde seguro encontrarían al más talentoso sanador que tenía entre sus filas.

No podían evitar atraer miradas de aliados y soldados mientras caminaban y en alguna reverencia a la Emperatriz por parte de quienes cruzaban su mirada con la de ella podía notarse el profundo respeto que le profesaban a la monarca.