Respiró y soltó el aire despacio, agradeciendo que no hubiera sido demasiado complicado convencerla. Sabía que, aunque se preocupaba en demasía por sus alumnos, Byleth podía ser muy necia cuando se trataba de su propio bienestar. —Ven... Déjame ayudarte.— Pensando que quizás le sería complicada la movilidad con esa terrible herida, se posicionó a su lado izquierdo, para sujetar su brazo y ayudarla a levantarse. Aceto seguido tomó el abrigo negro que la maestra usaba y lo acomodó sobre sus hombros, para cubrirla.