— No estoy mintiendo, de verdad no lo sentí. Te preocupas demasiado, es...algo pequeño. Akame...

Arrugó la nariz cuando notó el toque del pañuelo sobre la piel, el ardor de una herida fresca.
Decidió sólo observarla, sin decir otra cosa. Akame, a quien tenía en mente por sus risas y su sentido del humor peculiar estaba mostrando un lado distinto.
La azabache no le juzgaba, solo admiraba sin interferir hasta que dejó una caricia más a sus cabellos retirando la mano después.

— Sun, estoy bien. Dame un par de días e iremos a pasear en bicicleta... ¿Por qué no regresas a casa ahora?

Sonríe a él, de la manera más cálida posible. No quería preocuparle, a ninguno. Ya hasta se sentía tonta por haberse caído.
Tampoco quería causarle tristeza; si Akame era severa con él y Aura no compensaba con cariño, tal vez se sentiría peor.