« Back to Album · Next »
Para Audric, desde hacía mucho tiempo, no había distinción entre un día u otro. Estos continuamente se entremezclaban, con la penumbra de la noche derramándose en el cielo del día solo para terminar por diluirse en la luz del sol cada mañana, semanas enteras convertidas en un difuso borrón dentro de su mente. Eran pocas las situaciones —o aun más las personas— que se volvían excepciones, haciéndole sentir presente.

Una de estas últimas, era Will.
 
Newest First | Oldest First
This comment is hidden. Show Comment
WillowMoore · 22-25, F
Su sigilo, sin embargo, era como la brisa que se colaba por las rendijas abiertas de sus ventanas que mecían con ligereza las delgadas cortinas de su apartamento que a penas y cumplían su cometido de protegerla del exterior; "Mejor no tener", había dicho una vez Marsh, durante una de sus visitas, pero ella sólo las contempló, con la mirada tan perdida como ahora.

Ahora.

Ni siquiera había sido el chirrido de los vagones al frenar el que la había sacado de su estupor, o la voz robotizada que resonaba floja e inerte en el recinto, ni la alarma de que las puertas se cerrarían, o los empujones de la gente sobre su menudo cuerpo, como si no fuera nada, ni siquiera una cortina delgada y transparente. Fue otra cosa. Fue el sonido de su nombre al salir de entre unos labios que se materializaron en su cabeza antes de que si quiera volteara a ver de dónde salían.

"¡Willow!"

¿Así sonaba su nombre a la intemperie? ¿Con esa suerte de resonar que sobresalía de entre el ruido blanco?
WillowMoore · 22-25, F
Era increíble, no entendía cómo sucedía, pues lo único que hacía era obedecer: cambiarse de ropa, dejarse maquillar, dejarse peinar, pararse aquí, sentarse así, voltear hacia acá. Ni siquiera le pedía sonreír, ¿por qué terminaba tan cansada? Siempre era un misterio, pero aquellas veces eran cuando más le tomaba tiempo llegar a casa.

A casa.

Tenía muchos días que no pasaba tiempo en casa, aunque no del todo. Las noches anteriores Los Ángeles había estado lleno de vida, y parecía como si la vida nocturna la llamara, o al menos Scottie lo hacía. The Smell había tenido demasiados gigs esa semana, y por alguna razón, ella parecía no poder perderse ninguno, porque al menos debía tener algo más que hacer que sólo ir a casa, ¿no?

Y sin embargo, cada madrugada había llegado a casa, porque la tardanza excesiva la hacía temblar por llegar a tomar su medicina. Y sus plantas, sí. Sus plantas le esperaban.
WillowMoore · 22-25, F
Las personas pasaban como los trenes, ¿o es que acaso era al revés? La realidad, era que nunca lo había sabido, porque para ella, las cosas pasaban, la vida pasaba, justo así, como los trenes, y como las personas.

No solía llevar audífonos, pues los murmullos de la ciudad y de la gente al pasar solían volverse un agradable ruido blanco al pasar los minutos, y cuando lo sentía llegar, no podía evitar perderse en la calma que aquel tumulto irónicamente le producía, porque, irónicamente, las multitudes que la abrumaban y la hacían sentir diminuta cuando era consciente de ellas, pronto se volvían sombras que tan sólo pasaban frente a ella llevando y trayendo el ruido blanco.

Quedaba atrapada en ese transe especialmente después de días largos con Marsh, pues nadie le drenaba tanto la energía como él con sus sesiones de foto.
Forcejeó por colarse entre la multitud, estirando el cuello para tener un poco más de visibilidad, alcanzando a verla por breves instantes. ¿Pero realmente era ella? Su mente bien podía estar simplemente inmersa en una de sus habituales jugarretas, pero poco le importaba, al punto en el que su voz decidió imponerse entre el apabullante ruido.

—¡Willow!
La gente comenzó a moverse, como si se liberaran de una temporal estasis, al colocarse de pie y asegurar sus pertenencias mientras se congregaban cerca de cada salida. Y entre aquel mar de cuerpos, en un vistazo rápido, una figura, como una sombra frágil y efímera se deslizó por la diminuta ventana del vagón contiguo. Una que contrastaba tanto entre las personas como entre las inmortales luces de la ciudad en sus recuerdos, misma que le hizo reaccionar. Presuroso, se asomó por el costado del vagón, sin poder divisarla, y ante la alarma que anunciaba su inminente salida, no tuvo más opción que brincar hacía el andén momentos antes de que las puertas se cerraran.
Pero nunca estaba, y era ese vívido recuerdo, repitiéndose una y otra vez, lo que la suplantaba en su ausencia.

El vagón del metro se sacudió, dando un pequeño brinco sobre los rieles, haciéndole reaccionar con un parpadeo perezoso, volviendo a acomodarse contra el tubo que fungía como soporte debajo de los agarres metálicos. Por primera vez alzó la mirada, dándose cuenta de que era el único que había espabilado al contemplar a la gente inerte y ensimismada ya fuese en libros, periódicos o smartphones. Pero poco duró aquello, cuando una voz automatizada y apenas audible anunció el nombre de la siguiente estación a la par de que el tren empezó a frenar paulatinamente.
En el haber elusivo de ambos, curiosamente, parecían coincidir de manera constante aunque fugaz, y cada vez que pasaban varios días entre sus encuentros no podía evitar sentir ese molesto nudo en la boca del estomago; aquella sensación que, a pesar de cuan palpable la sentía, le resultaba confusa. ¿Era preocupación genuina, o tan solo era el deseo de volver a verla disfrazado de añoranza? Por lo general era él quien no solía estar en casa, pero había decidido tomarse un tiempo para sí mismo, y hacíase ya una semana desde la última vez que compartieron un cigarrillo en la escalera de servicio, fuera de sus respectivos apartamentos.

De cuando en cuando, se asomaba, con la esperanza de ver su silueta enmarcada por el perpetuo fulgor de Los Ángeles. Aquellos ojos cansinos, con cada lento parpadeo devorando en el pozo de su negrura el brillo de aquellas luminarias mientras el cabello le acariciaba la cara.

Add a comment...
 
Send Comment