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𝑺𝒕𝒓𝒂𝒘𝒃𝒆𝒓𝒓𝒊𝒆𝒔
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She was a curious girl, a wanderer who spent her summers chasing fluttering pieces of prose and eating strawberries.
 
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Maestra… ¿Alguna vez has utilizado una de esas pociones? Quiero decir, entiendes muy bien los sentimientos de las chicas por ser una de ellas, también suena como si realmente quisieras hacerme creer que está bien trabajar en esta clase de pociones. O, ¿es que hay alguien que sea esa persona especial para ti? Es solo curiosidad, porque trabajas mucho en éstas pociones y no entiendo el motivo.
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Solo necesito saber qué tanto es un puño para ti, maestra. No es necesario que reescribas la poción de nuevo solo para mí. —Intentó animarla, y no es que prefiriese ignorar sus comentarios sobre la poción de amor o no dar su perspectiva tan rápido. A él no le importaba lo que otros pudieran pensar o las necesidades que le orillasen a eso, las medidas desesperadas no siempre salían bien, pero a final de cuentas dinero era dinero y no siempre se podían dar el lujo de rechazarlo por principios tontos.— Seguramente es eso, porque estoy agregando entre unos seis u ocho en cada intento que hago, si no es que he añadido un poco más por accidente. —Levantó los hombros mientras que se reía un momento, poco después miró a su maestra de reojo y sonrió con diversión.
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. Tal vez no eran intenciones de su mentora, pero era inevitable no sentir que quién lo reprendía al final del día era su madre. Después de todo, veía algunas cosas reflejadas en ella.

Tal vez sí, los chicos entendían menos del amor o estaban menos interesados en esas cosas que las chicas, era consciente de ello porque el amor nunca le había interesado tanto para meterse en los terrenos de cupido al investigar. Pero no podía negar que le despertaba cierta curiosidad la insistencia de aferrarse a algo que, en algún momento, no sería real y solo se quedaría en una ilusión y nada más. Elam levantó la mirada, quizá la explicación de Asteropora era tan buena que podía convencerlo, pero sus creencias, tan arraigadas y aferradas en lo profundo de su mente, no iban a cambiar tan fácilmente su desprecio por ese tipo de pociones baratas y tontas que terminaría haciendo llorar a más de una chica alguna vez.
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¿Por qué lo regañaban siempre por hacer cosas que él consideraba como normales? La excelencia y la poción correcta no iban a alcanzarse si se sentaba a comer un tazón de sopa y tampoco encontraría en el pan la respuesta que necesitaba para solventar sus problemas. Llenarse el estómago cuando no lo tenía merecido era injusto, así fuese una orden de su maestra.

Tal vez la próxima vez intente recordarlo, pero estoy bien ahora, maestra. No he gastado tanta energía mágica como piensa, fue de las primeras cosas que mi mamá me enseñó cuando me adentré en este mundo con ella. He aprendido a controlarlo un poco pero… No dejaré que vuelva a suceder. No quiero que me regañe otra vez. —No hizo más que reírse, sujetó la canasta solo con una mano y con la otra se rascó la mejilla en repetidas ocasiones para tratar de seguir lidiando con esa vergüenza que afloraba en él.
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Esa era, quizás, la razón por la cual ponía más empeño en aprender rápidamente tanto como pudiera en aquel lugar para irla a buscar. Ya no recordaba cuántos meses habían pasado desde la última vez que sus caminos se cruzaron o desde la última ocasión en que la mujer le escribió de vuelta alguna de sus cartas. Elam la extrañaba, con tanta naturalidad que a veces su obsesión por aprender de todo era tan fuerte como su impaciencia.

Pero maestra… —Elam quiso rebatir, no porque considerara que el regaño de Aster era injusto porque ella cometía esos errores también, simplemente se conocía a sí mismo, mejor de lo que ella pensaba, y podía entender cuándo su cuerpo necesitaba más energía para hacer las cosas o cuando era momento de descansar para reestablecer sus niveles de energía. Sin embargo, prefirió no interrumpirla y en su lugar solo suspirar mientras que lidiaba con la incomodidad interna que sentía en ese momento.
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A veces Asteropora le recordaba demasiado a Frigis. Las dos podían ser unas adultas, pero a veces tenían actitudes demasiado honestas y sinceras que fácilmente podían confundirse con comportamientos infantiles. Elam detuvo su caminata solo unos instantes ante la repentina mirada de su maestra, incluso se sintió abrumado, pero no tardó demasiado en asentir mientras que retomaba el paso con ella.

Si me dices con unas horas o un día de anticipación, puedo ir a buscar tantas como me sea posible tomar o tantas como necesites, maestra. Para mí no es un problema, además, a veces necesito despejar mi mente.
Elam de reojo miró a su maestra y cada vez se sintió más seguro de que así se sentiría volver a viajar con su madre recorriendo el mundo, incluso llegó a reírse de manera bajita un par de veces cuando se imaginó todas las cosas que Frigis le contaría sobre sus viajes o los regaños que le daría.
AsteroporaHelvella · 31-35, F
—Las clientas que solicitan nuestras pociones de amor, son chicas a final de cuentas. Con las emociones a flor de piel y sus corazones en la mano. Están dispuestas a todo por tener la atención de esa persona especial.— Se encoge de hombros, realmente no había otra cosa que pudiera decir para justificarlas. —Supongo no tienen en cuenta en que solo es una solución temporal, es algo que tiene fecha de caducidad. Y lo saben, es algo que les menciono antes de cerrar su orden. Pero así es ésto, aún sabiendo, son muy soñadoras.—

Se había desviado de nuevo de lo que necesitaban tratar, no explicar las motivaciones de las chicas del pueblo. —¿Será que debo ser más específica con las instrucciones?— Miró a su discípulo algo apenada, ahora que recuerda, si redactó "un puño" tomando en cuenta a ella y Thea, pero no la mano de Elam. —Llegando a casa repetimos juntos la poción, si mi memoria no me falla, deberían ser 4 pistilos de azafrán. Arreglaré esas indicaciones, lo siento Elam.—
AsteroporaHelvella · 31-35, F
Ahora, retomando la conversación de la poción, dejó salir una risita por los comentarios del pelinegro respecto a las pociones de amor. Como todo buen chico, era evidente que iba a tomar éste tipo de cuestiones como un recurso fastidioso para llamar la atención de un interés amoroso. —Debo decir que me esperaba que pensaras así de ésto.— Dirigió su mirar a Elam, en sus ojos se reflejaba que estaba divertida de hablar de éste tema. —Los chicos son menos románticos y les gustan las cosas prácticas y directas. Sí estoy de acuerdo contigo en que el usar pociones para manipular los sentimientos de alguien a tu favor no es la mejor opción a recurrir, después de todo, no son emociones genuinas, es la poción haciendo su trabajo.— Asintió un par de veces, dejando una pausa en lo que iba a decir, era claro que venía un "pero".
AsteroporaHelvella · 31-35, F
—Yo sé que cuando uno se concentra mucho, lo demás queda en segundo plano, no diré que no, me ha pasado y Thea me ha dado mis buenas reprimendas.— Concedió para luego añadir rápidamente. —Pero no me gusta que te saltes tus comidas, yo también trato de no hacerlo tampoco. Que por cierto, ya sea para hechizos o pociones conjuramos magia para que éstos sean posibles y para poder conjurar magia hacemos uso de nuestra energía. ¿Entiendes a que quiero llegar?— Alzó uno de sus dedos para más énfasis. —Si quieres ser un buen hechicero es importante que tengas una buena reserva de energía y solamente eso se logra descansando adecuadamente y comiendo en los horarios debidos, no hasta que tu cuerpo te haga entender que ya hace falta.— Sabía que sonaba como lo que una madre diría a su hijo, pero en éste caso no era una simple reprimenda. Esperaba que su discípulo pudiese comprenderlo. Más que nada era por su bien.
AsteroporaHelvella · 31-35, F
Su mente había estado divagando por la pregunta de los postres que se olvidó por unos segundos que estaba dando una reprimenda al joven hechicero. Trató de lucir al menos un poco molesta, pero es solo que no podía enojarse realmente con él. Es como todos los jóvenes de su edad, un alma curiosa. Y más explorando el camino de la magia, su discípulo era como una esponja, absorbiendo todo lo que pudiese aprender.

—De tal palo tal astilla supongo.— Dijo en un susurro más que nada para ella. Le trajo recuerdos sobre Frigis, la madre de Elam, son como dos gotas de agua. Ella se comportaba igual durante su estancia en el pueblo, queriendo comer todo lo que había por saber de un solo bocado.

Entrecerró sus ojos ante la excusa que dio su alumno solo para suspirar profundamente y negar de un lado a otro, sus chinos rebotando por la acción.

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