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Sus padres siempre le habían inculcado que había que ser bueno con los espíritus del bosque, ya que te ayudarán si te encuentras perdido. Es por eso que se encontraba ahora sentada entre el pasto, su cabello lleno de hojas y ramas; pero acabando de arreglar una tetera de barro para los pequeños espíritus. Hizo un camino diminuto con botones y ahora estaba apilando unas cuantas moras para que no les falte alimento.
31-35, F
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