—Con lo que te encantan las correas y los collares de cuero, asumí que te encantaría saber que lo busco para someterlos a todos. Verás, Amudiel... —

Dobló el trozo de pergamino y lo guardó de nuevo en su bolso, omitiendo a su contraparte un detalle importante del objetivo real de su búsqueda, pero dejaría que él lo descubriera más adelante

—... Hemos decidido un cambio de planes y una vez asuma el mando de las legiones, no los mataré, sería un desperdicio desaprovechar el recurso que ustedes representan para construir un imperio más grande que el Infierno actual. —

Le guiñó un ojo y retrocedió, mientras agita el cabello dorado para acomodárselo tras la espalda.

—En fin... Si lo ves... Avísame... Si es que sabes lo que te conviene. Buena tarde, querido. —

Salió de aquel suntuoso salón lleno de arte barroco, seguida por dos varones enormes que al parecer fungían como guardaespaldas de la serafina y que le dedicaron a Asmodeo, una mirada asesina antes de alejarse del lugar.

—Su expresión cambió, aún su sonrisa aún seguía presente su rostro dejaba ver que con solo saber lo que ella buscaba le causaba molestias, reconocía el anillo después de todo por culpa de este Asmodeo fue obligado a construir el templo de Jerusalén —

—¿Que te hace pensar que te diría donde está si supiera?

—Dijo el demonio al fin borrando su sonrisa del rostro, frunciendo el ceño y abriendo sus ojos dejando ver ese intenso color carmín con el que brillaban llenos de enojo —

-Sonrió de lado y negó, soltando luego una pequeña carcajada.-

—Oww, querido. Lamento desengañarte, pero no... Estoy de Compras—Dio dos pasos largos al frente, haciendo resonar los tacones en la duela en el proceso. Sacó del bolso de mano, un pequeño trozo de pergamino y se lo mostró.

—Busco este objeto... —Era el viejo anillo de Salomón, desaparecido hace mucho tiempo y que fue el instrumento que usó para sellar a los 72 demonios que se enlistan en el Ars Goetia.— ¿Lo has visto por aquí? —Preguntó burlona.-

—Ya estoy por pensar que eres mi sombra Faith.

—Musito esto mientras sonreía de forma burlóna, dandose la vuelta para verle mientras hablaba, dándole la espalda a la pintura —

—Últimamente me visitas mucho ¿Acaso buscas que me enamore nuevamente de ti? O ¿ahora que eres una angelita caída deseas algo más carnal? .

—Yo diría que te describe muy bien. —En medio del pasillo de aquel museo de arte sacro, sonreía de lado al observar también, la misma pintura que observa el demonio. Lucía un vestido entubado de diseñador de color negro, con la falda por encima de las rodillas y zapatos de tacón, negros y que a pesar de la aguda punta del tacón, no hacía tanto ruido sobre la duela del museo.

—Sobre todo en... —Se señala la cabeza mientras simula con ambas manos, los enormes cuernos que adornan a la bestia de la pintura—... Son prácticos. Seguro serían perfectos como percheros en la sala de algún rey. —