—Quizás deberías pensarte mejor lo que dices, "mi amor..." El que haya venido aquí sola, no quiere decir que no haya nadie realmente de mi lado. Pero... Como quieras. —Soltó un suspiro y pasó los dedos por el borde del vaso que el demonio lamió. Lo fue recorriendo sobre la superficie de la mesa hasta dejarlo caer de su orilla.

—Ooops... lo siento... me temo que una de tus putas tendrá que arrodillarse para limpiar... —Sonrió con suficiencia y se encaminó hacia la ventana, desde dónde entró minutos antes. —Cómo gustes... Te diría que le preguntaras a Gabriel cómo fue, pero ya no puede... a menos que puedas hablar con los muertos. —

De golpe, dejó salir de nuevo las alas tras su espalda. Seis en total, negras, brillantes y poderosas.

— Prepárate para entonces... Porque no tendré piedad cuando venga por tu cabeza... —Y se lanzó al vacío, dejando que el viento nocturno le agitara las ropas y el cabello, batiendo luego las alas para emprender el vuelo lejos de aquel sitio.