— ¿Uh? — Aren parpadeó varias veces, no dando crédito a ese rastro de brillo mágico que se deslizaba en el aire frente a sus ojos. No creía que se tratara de una luciérnaga, por lo que se puso lentamente de pie y se acercaba a ese destello azulado.

— ¿Qué es esa cosa? — Se preguntó para sí, extendiendo su mano hacia eso que brillaba, sin poder ver con claridad de qué se trataba.

— Un humano, qué curioso... -Cuán pequeña, femenil y frágil revolotea cerca, dejando ese tintineante rastro en el aire de brillo mágico que su cuerpo desprende en un azulado destello.-

—¿Amigo o enemigo? ¿Cuál será tu papel, amm...humano?

Aren estaba en la zona del panteón real, en donde descansaban los restos mortales de los monarcas de la Corona Británica, en medio de aquel extenso bosque en los terrenos de la Reina Victoria y su castillo. El azabache estaba contemplando la luz de la luna sentado en el pasto y recostando su espalda en el tronco de un gran árbol, mientras hacía algunas inscripciones en una libreta sobre pociones mágicas, en el idioma latín antiguo, para así perfeccionarse en sus conocimientos médicos y de magia negra. No obstante, no se dio cuenta del ser que estaba observándole.

—¿Un humano? -Promovida por la curiosidad y deseo por conocer el mundo más allá de aquellos hermosos y mágicos bosques, Crysta observa permaneciendo escondida y desde la densa penumbra del bosque, cuyos mitos cuentan que es el lugar de extrañas y mágicas criaturas, -