26-30, M
Malas decisiones.
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[code]El hombre frente a ella extendió la mano. Podía verse en su mirada y en la forma conqueta de sonreír, el tipo de intenciones que motivaban su actitud. La mujer, se dejó llevar tan pronto sintió la caricia en su rostro. Ambos tenían la vestimenta de adultos jóvenes con cierto estatus social y ocupaciones que podían darse el lujo de salir por las noches a convivir a un bar. A lo largo de la fría oscuridad de ese viernes, habían conversado todo el tiempo. En algún momento, cercana a la media noche, pudo notarse la evolución de su relación. Primero, iniciaron con el rechazo de afecto. Ella desvió la mano, él se recargó en la silla molesto. A continuación vino el silencio. Un arma difícil de manejar, que él quebró cuando decidió acercarse. La consecuencia, fue el enojo. Ella ignorándolo, él llegando a su límite. Los susurros se volvieron gritos, las palabras cariñosas se convirtieron en insultos. Él golpeó la mesa con la mano, sobresaltándola. Ella lo terminó. Ahí inició la verdadera pelea.
A menudo Illusional disfrutaba de someterse a los problemas más nimios que encontraba a la vuelta de la esquina. Desde que se había mudado del departamento de Gas Mask, unos meses atrás, exploraba los lugares cercanos a su nuevo piso (si es que podía llamarse así), con tal de encontrar cualquier excusa que le liberase un poco la mente y la distrajese del trabajo. Distraerse se había convertido en una necesidad, más que en un gusto. Distraerse, con compañía, aún no terminaba de gustarle. Para alguien solitario, que había pasado la mayor parte de su vida conviviendo con su propia mente que con otras personas, entender la complejidad de un grupo de individuos y mezclarse era... complicado. Aún así, ahí estaba. Sentada en una de las mesas del fondo, observando.
¿Por qué se había metido?
Tan pronto la pelea física empezó, ella se levantó de su asiento y empujó la mesa, intentando apartar a la chica. No porque buscara defenderla, sino porque quería liberarlo a él. La empujó con fuerza, haciéndola trastabillar y terminara recargándose en uno de los hombres que intentaban detenerla desde atrás. Después, intentó calmar al sujeto, haciéndolo reaccionar con palmaditas ocasionales en el rostro.
Grave error.
Cuando el barullo terminó, sacaron a todos fuera del bar y terminaron por cerrar las cortinas. Is tenía el ojo hinchado, con una equimosis que abarcaba casi toda el área ocular derecha de su rostro y la parte del pómulo. Le dolía, por eso lo mantenía cerrado y se lo sujetaba con la mano. Ni siquiera tenía la satisfacción de haberse perdido en el exótico y anhelado paraíso de los efectos del alcohol. Empujó la puerta con fuerza, pero su caminata hasta uno de los asientos libres de la barra fue débil. Se sentó en el banco más cercano a la barista, entretenida con un muchacho. Pero Is sólo la vio a ella, porque el otro ojo mantenía en incógnito al receptor de sus mensajes. Cuando llegó a su nuevo asiento, se dejó caer, apoyando el codo sobre la madera. — Un vaso de hielo con agua mineral. Y uno de lo más fuerte que tengas, derecho. Por favor.[/code]
A menudo Illusional disfrutaba de someterse a los problemas más nimios que encontraba a la vuelta de la esquina. Desde que se había mudado del departamento de Gas Mask, unos meses atrás, exploraba los lugares cercanos a su nuevo piso (si es que podía llamarse así), con tal de encontrar cualquier excusa que le liberase un poco la mente y la distrajese del trabajo. Distraerse se había convertido en una necesidad, más que en un gusto. Distraerse, con compañía, aún no terminaba de gustarle. Para alguien solitario, que había pasado la mayor parte de su vida conviviendo con su propia mente que con otras personas, entender la complejidad de un grupo de individuos y mezclarse era... complicado. Aún así, ahí estaba. Sentada en una de las mesas del fondo, observando.
¿Por qué se había metido?
Tan pronto la pelea física empezó, ella se levantó de su asiento y empujó la mesa, intentando apartar a la chica. No porque buscara defenderla, sino porque quería liberarlo a él. La empujó con fuerza, haciéndola trastabillar y terminara recargándose en uno de los hombres que intentaban detenerla desde atrás. Después, intentó calmar al sujeto, haciéndolo reaccionar con palmaditas ocasionales en el rostro.
Grave error.
Cuando el barullo terminó, sacaron a todos fuera del bar y terminaron por cerrar las cortinas. Is tenía el ojo hinchado, con una equimosis que abarcaba casi toda el área ocular derecha de su rostro y la parte del pómulo. Le dolía, por eso lo mantenía cerrado y se lo sujetaba con la mano. Ni siquiera tenía la satisfacción de haberse perdido en el exótico y anhelado paraíso de los efectos del alcohol. Empujó la puerta con fuerza, pero su caminata hasta uno de los asientos libres de la barra fue débil. Se sentó en el banco más cercano a la barista, entretenida con un muchacho. Pero Is sólo la vio a ella, porque el otro ojo mantenía en incógnito al receptor de sus mensajes. Cuando llegó a su nuevo asiento, se dejó caer, apoyando el codo sobre la madera. — Un vaso de hielo con agua mineral. Y uno de lo más fuerte que tengas, derecho. Por favor.[/code]