Entiendo. -Respondió mientras llevaba las manos a los bolsillos de la sudadera. Acariciando sus cosas como un reflejo típico de andar por los suburbios, por miedo a los rateros- Lo sé, pasó mucho tiempo ¿Como está tu perro? -Pregunto antes de responder aquello, mientras que aclaraba- Voy hacia el mercado central, tengo que comprar cosas ¿Y tu?
— ¿Por qué? No hay por qué. —detuvo lo que hacía, riéndose en voz baja. Dio una mirada de soslayo a las señoras, aunque era incapaz de sentir vergüenza por las miradas ajenas.— Ya, perdóname. Tenía tiempo sin verte. —se inclinó hacia él, empujándolo con su hombro— ¿Vas camino a trabajar?
¿Por qué estás haciendo eso? -Preguntó no por que le incomodara en sí (cosa que era cierta) sino porqué resonaba extraño para el resto de ancianas y trabajadores que estaban en la parada del bus igual que él-
