La vida del gangster era tos y fiebre. Solamente tomaba cristalina, chandon caliente. Trabajaba en la calle, nunca en la oficina, fumando blunts y rolling papers. Hasta que conocí a mi rubia buscaba la trampa sin ley. Aunque todavía seguimos en la mira, no caigo en el tomar más pastillas. En el barrio japonés nos llamaron para hacer un trabajo, solo por los viejos tiempos.