Una pequeña sonrisa culpable se dibujó en los labios del joven Rey, mientras desviaba la mirada, como si hubiese sido capturada en una pequeña mentira. —Bueno... ordené que te lo prepararan, es casi lo mismo.— Se acercó a ella y acomodó la manta sobre sus hombros, movimientos suaves y cuidadosos, trataba a Morgan como se trata a una flor delicada. —Beth hace un té maravilloso. Deberías beberlo antes de que se enfríe... Has trabajado mucho por hoy.

Somnolienta se incorporó, limpió sus ojos con el dorso de sus manos y estiró ligeramente su cuerpo, la posición no había sido la más cómoda pero sentía que había descansado lo suficiente para retomar sus estudios pero estaba segura que su hermana no le dejaría continuar tras verla agotada sobre el escritorio. — Oh no, estoy bien en realidad. — desvió la mirada hacia el mueble notando las hojas y libros ocupando este mismo. — ¿Me preparaste el té?— indagó sujetando el pequeño vaso entre sus manos percibiendo el aroma relajante de las hierbas en el. — Huele demasiado bien. — murmuró girando su atención hacia la menor.

La biblioteca era un lugar bastante grande, en el que uno podía perderse entre estantes, papeles y libros viejos. Una de sus tareas cada semana era realizar la limpieza de lo que Merlín decía, era la llave del verdadero conocimiento. Era extraño que un Rey estuviese involucrado en las tareas de limpieza pero no le molestaba en absoluto, era un respiro de toda esa burocracia que tan aburrida le resultaba. Los libros eran su segunda cosa favorita después de las espadas.

Morgan había llegado horas atrás para también estudiar, por su cuenta. La había mirado sin interrumpirla, absorta entre las páginas y tomando anotaciones. No solo era hermosa, sino también inteligente y dedicada. Merecía un descanso, y no quería importunarla, pero justo abrió los ojos cuando acomodaba una suave manta en su espalda.

—Huh... Hermana, ¿No estarías más cómoda en tu habitación? Yo puedo encargarme de dejar todo en orden.— Habló con suavidad.

Había estado estudiando desde tempranas horas. Leyendo, aprendiendo tanto le era posible. Arthur no era el único con responsabilidades, ella también debía cumplir si quería servir a la petición que la menor le hizo hace tiempo. Pero el cansancio fue evidente, la venció justo sobre ese escritorio terminando por usar sus brazos como almohadas. Al abrir sus ojos noto el té, aún estaba caliente. — Hm...— pero sus ojos se cerraron con pesadez nuevamente.