— En silencio, pero con una sonrisa plácida en el rostro, siguió a la rubia hasta el árbol que ella había elegido, con la mirada satisfecha propia de quien siente ha cumplido su labor. Pero en vez de tomar asiento junto a ella, se mantuvo de pie, estirando la diestra para atrapar al vuelo una de las flores que todavía seguían cayendo, dejando la palma en hueco. Con la voz suave y firme, respondió, tras escuchar el comentario de su pupila. — Esto también es una forma de estudio. La magia es vida, y está en todo lo que nos rodea. El nacimiento de un bebé, el sencillo hecho de estar aquí y ahora, con el viento rodeándonos y las flores dando alegría a la vista, ¿acaso esos no son milagros, no son magia misma? — Para ese momento, cerrando el puño con delicadeza, ya se había apropiado de lo que buscaba, e inclinándose hacia la joven, le ofreció la flor, dedicándole una mirada gentil mientras concluía. — Comprende este milagro y entenderás la magia.