Era de esperarse que Merlin hiciera uno de sus comentarios misteriosos, aunado a esa risa tan fresca que daba a entender que la situación para él era genuinamente divertida. Decidió escuchar sus palabras y suspiró, relajando su postura caminó hacia uno de los frondosos árboles que rodeaban aquél claro del bosque en el que practicaba su magia sin temor de dañar a alguien por accidente, dejando ahí recargado su bastón y después apoyando su espalda contra el tronco. —Pensé que habíamos venido a estudiar...— Sus pupilas verdes se fijaron en el cielo azul. Quizás el mago la había engañado -otra vez- para obligarla a tomar un descanso.