La gran puerta medio abierta de la habitación se aseguró de cerrarla antes de dar el paso hacia delante. Su lento caminar le llevó hasta las cercanías de su rey, al cual observaba con sus orbes turquesas como si fuese una de las más hermosas maravillas del universo, y no era para menos: lo era. Estando a un lado de la amplia cama, tomó asiento en ella y le ofreció una de las copas de vino que sirvió con anterioridad en su recámara. Con una de sus manos ya libre echó un mechón de cabello tras su oreja y analizó de reojo aquellos papiros que se esparcían de a poco sobre las sábanas. Suspiró con levedad luego de escuchar la respuesta a su interrogante.
▬ Ya veo que no soy el único con tal problema▬contestó y sonrió con levedad antes de dar un pequeño sorbo a al líquido rojizo. Negó lentamente▬.No, tampoco logro que Morfeo me lance su hechizo. La batalla pasada aún está muy presente y todavía escucho los gritos, el choque metálico de las espadas...▬pausó▬.Pero no es algo que no consiga solucionar▬afirmó y miró al de dorada cabellera con una sonrisa▬.¿Son de tu madre?▬preguntó curioso con respecto a los papiros.