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Quería continuar, sus manos se alojaron en la cadera de la rubia, manteniendo una respiración entre cortada y fuerte. Suspiraba, en ese deseo de dejarse llevar tenía sus dedos en la camisa de la doctora con intención de levantarla...
Pero ella volvió en sí, apartándose, dejándolo desconcertado, pues al principio no entendió. Fue sólo de escucharla que quedó con los ojos tan abiertos como pudo, el ser chino era una desventaja en eso. Y ahí, una ruborizada Angie preguntando sí estaba bien luego de haberse querido comer la boca. Alessandro carcajeó con fuerza.

—No, duele como la mierda, creo que algunas se volvieron a abrir incluso.

Recargó la nuca contra el respaldar del sofá, mirando el techo con aquella molesta luz intermitente.

—En fin, al parecer el trabajo es lo primero. ¿Faltaba mi espalda, cierto?

Se dió la vuelta, su espalda algo ensangrentada, moreteada y cortada. Sí no tenía una costilla rota era suerte.
 
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