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ZV1566403 · F
No se había demorado en acercarse a ella para arrebatarle el cigarrillo que recién acababa de encender, debía de haberse esperado cualquier reacción por parte suya y no haberla tomado a mal, pero ese día todo le parecía sobrecogedor.

—No necesitas advertirme... Ya... Ya entendí, Alessandro—.

Miraba la manera en que fumaba su cigarrillo tan rápido que se consumió en un par de segundos, no quedó nada de él, lo tomó pero por inercia mientras se daba la media vuelta para alejarse.

—Fue un error que viniera...—. Sentía como sus ojos comenzaban a cristalizarse, definitivamente no debió de haber tomado el trabajo; no ese día. Estaba por irse cuando vió como le arrojó algo que quedó a sus pies. Ya había visto ese anillo y por primera vez las palabras que le dirigió le dolieron; lo recogió para ponérselo en la cadena que llevaba al cuello e irse con dirección al cementerio, lo que menos deseaba era que la viera llorar.
Y con esas palabras, se quitó el anillo de su madre, aquél último recuerdo de la mujer que dijo quererlo antes de cambiarlo por merca. La maldita drogadicta que al verse sin un centavo encima dió a su pequeño de seis años para que hicieran lo que quisieran. Lo tiró hacia Scarlett. Dedicándole una mirada de soslayo.

—No te atrevas a averiguar mi dirección, o prometo matarte a tí y a cualquier idiota que busque defenderte.
No respondió. Al menos no de inmediato. Su rostro, de nuevo había cambiado la expresión; aquella sonrisa y gesto de burla a uno ensombrecido por la indiferencia y molestia, solamente se acercó a ella, tomando del cigarro que estaba fumando y antes de darle un jalón se detuvo a preguntar.

—Sí sabes que eres una molestia no debiste tan siquiera aceptar venir, recomienda a otro gilipollas. Es mi advertencia.

Calando tan profundo que parte del cigarro se consumió al instante. Solo entonces lo devolvió para darse media vuelta.

—Si algún imbécil se me aparece me haré cargo yo, una minera es lo que menos ocupo, y jamás necesité.
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Para nada le sorprendió que Alessandro se tomara tan a la ligera aquello, aunque escucharlo reírse sin duda era algo fuera de lo común. Simplemente se dedicó a mirarlo mientras gritaba y giraba sobre su propio eje. [code]—¿Por qué lo sigues intentando?—[/code]. Dijo más para ella misma, no tenía intenciones de externar la preocupación que sentía pues sabía que sería motivo de burla y comentarios que no quería escuchar, no ese día.

Simplemente se limitó a sonreír pero de forma un poco forzada. —Sé bien que mi presencia te desagrada mucho más ahora que antes. Pero es mi trabajo, a mi agencia no le conviene que te maten. Así que si no te agrada que sea yo, pide a alguien más pero por hoy tendrás que aguantarte. Aunque tienes razón, creo que puedes bastante bien tu solo. No sé que hago aquí...—. Scarlett mete las manos a sus bolsillos y saca un cigarrillo, el cual lleva a su boca; lo enciende dándole una larga calada para luego mirarlo de reojo. —¿Que hago entonces, Aless?—.
Alessandro carcajeó, burlándose del disparate que incluso rompió su porte serio, lo intenso no iba con él y Zylith lo era. Aquella situación y trama tan delicada no hacían más que divertirlo como una comedia del cine moderno. No por buena, sino por el fiasco que eran.

—¡Eh, eh, salgan de ahí, asesinos! —Grita juntando las manos como un megáfono—, ¡Vengan, vengan!

Y continuó su camino dando vueltas por la acera a sentido contrario de las manecillas del reloj, jugando a ser un anunciador de 360 grados.

—¿Lo ves, Scar? No hay nadie, no ocupo a nadie. La gente es mierda y la mierda queda en mi zapato. No ocupo tu ayuda, deja de intentarlo. —Volteándose a ella metió las manos a su bolsillo, totalmente despreocupado.
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—Estoy ocupada, tengo algunos trabajos que tengo que terminar. Si claro, muy raro—. Solamente suspiró al escuchar aquello, enarcó una ceja mientras lo observaba. —¿Qué harías si te dijera que si? Y aunque te molestará, es mi trabajo—.

Se le apega un poco al caminar, bajando un poco la voz al hablar pues él era importante para llevar a cabo ciertos trabajos, por lo que la habían enviado a deshacerse de las personas que lo estaban buscando. —Me enviaron para asesinar a las personas que te están siguiendo ¿Ya te habías dado cuenta, verdad? Eres valioso pero al mismo tiempo peligroso—. Dijo mientras se soltaba el cabello rojizo, detestaba llevarlo atado. —Les sirves tanto vivo como muerto, pero mi trabajo es mantenerte vivo—.
Se encogió de hombros para luego bostezar, realmente poco le importaba. Su traje terminaría sucio, lo único en verdad molesto era la corbata. Lo había estado ahogando.

—¿Y qué haces aquí? —ladeando la cabeza—, creí que estabas muy ocupada ahora. No me importa, sólo es raro verte, ¿Me sigues?

Arqueó la ceja ante lo último, volviéndose a los lados en busca de algún grupo sospechoso. Desde que había dejado aquella casa se sentía vigilado, observado. Y no era querido Dios, quién fuera resultaba ser peor que una patada en el culo.
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—Nunca he pensado que seas un vulgar. Sólo dije que me sorprende tu compromiso por verte bien—. Sonríe, mientras lo observa acomodarse la corbata. —Si así logras convencerlos, tal vez debería usar vestidos de cocktel o algo parecido. El cuello de tu camisa...—. Señala su camisa pero termina por acercarse para alisar el cuello y acomodar mejor la corbata. —Ahora si, perfecto. Conseguirás lo que sea—.
—Soy un enfermo, no un vulgar. —Acomodando la corbata, agradecía la ventana de un auto a su lado. No habría visto semejante imperfección de no ser por ella—, vestirse adecuadamente para cualquier situación da el toque. Es anticlimático incluso, los bunkers que he visitado con tantos drogadictos hablan bien de mí.
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—¿Por qué siempre te gusta usar traje cuando haces un trabajo? Si es para causarles buena impresión antes de morir, estoy impresionada—. Enarca una ceja mientras lo observa de pies a cabeza, admitía que cuando se trataba de trabajo lo hacía muy bien.

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