—Deben serlo si te dejaron ir—. Estaba claro que no continuarían con el tema, pero Aleas lucía afectado, una actitud muy diferente a la que solía tener y que le generaba incertidumbre.

Era bien sabido por ambos que no confiaban demasiado uno en el otro y eso lo había aceptado casi en el momento en el que lo conoció, no esperaba que cambiara en un futuro cercano. Por fin le habían entregado su ramen y se dispuso a tomar un poco con el par de palillos y llevarlo a su boca, suspirando por el buen sabor. Giró el rostro para mirarlo y no pudo evitar sonreírle.

—Ese es el Alessandro que conozco... Por un momento pensé que te había perdido. Cuenta conmigo para ayudarte, sera sumamente divertido—. Le guiña un ojo comiendo otro poco de su ramen.

—Malditos idiotas —Murmuró tomando de su tazón.

Se lo creyó. Al menos. No fue difícil.
Quizá podía adjudicar su situación actual con el nuevo estilo de vida que estaba teniendo. Estar entre dos personas más en la misma casa hicieron que el pasado retumbara. Los recuerdos de un pequeño infante rodeado de amorosos y drogadictos padres como un sueño o ilusión; sus voces... A veces podía escuchar.
Llevó una mano a su frente, el anillo en su dedo casi como una maldición que en sentido de ironía portaba con naturalidad. Carcajeó de recordar la portadora original. Fue entonces que se volteó a Scar, con su habitual sonrisa despreocupada y burlesca.

—Quizá debamos explotarle las llantas a sus autos apenas podamos. Será divertido ver sus putas caras furiosas.

Observaba como preparaban su ramen, pero de tanto en tanto lo miraba a él. No lucía como solía hacerlo todos los días en casa, así que admitía, que estaba preocupada; pues simplemente salió y llevaba varias horas fuera. La lluvia aún seguía pero no era algo de lo que debieran preocuparse pues parecía que pronto pasaría. Esta vez sí giró el rostro para observarlo.

—Vaya que si fue un muy mal día—. Reafirmó su idea, pero notaba aún que ni siquiera la observaba parecía inmerso en sus pensamientos. —Pero sé que eres muy bueno en tu trabajo, por lo que acaban de perder a alguien bastante bueno—. Estaba buscando hacerlo sentir mejor, si él le mentía o no, a la mujer no le importó, pues parecía necesitar apoyo. —Puedo ver si hay alguna vacante en el museo donde trabajo, siempre buscan a alguien—.

No respondió de inmediato, seguía comiendo. La sopa de fideos del local se había vuelto sin duda en uno de sus platillos favoritos. Bajo la lluvia y días grises el sazón del ramen daba un tenue color a su realidad.
La vió sentarse y pedir algo, tratando de no responder directamente. Sincerarse no era su fuerte. El estómago se le revolvió de pensarlo, como sí la sopa de fideos diera un gancho en sus entrañas.

—Un mal día de trabajo... Nada más. —Se fijó en su tazón, sin poder ser capaz de verla directo a los ojos—, parece que ya no ocupan un contador en la empresa. Fuí despedido.

—Luces un poco deprimido ¿Estás bien?—. Toma asiento junto a él y ordena un gran plato de ramen y algo de tomar, comer algo caliente le vendría bien gracias a la lluvia.